Por amor

Húmedo y lúgubre está el camposanto,
donde los muertos descansan tranquilos,
donde reina la paz, donde no hay espanto.

Recorre una imagen las tumbas caladas,
buscando implacable el nombre prohibido,
de aquel que recita palabras calmadas.

Lleva en el alma tristeza y alborozo,
presagio de un fin escrito con sangre,
augurio de un inicio pleno de gozo.

Atrás quedan llantos, risas, penas,
hilaridad, sollozos, alegrías y cadenas,
de una vida regida por fuerzas ajenas.

Halló la silueta esa lápida marcada,
sin epitafio, sin nombre y desgastada,
donde el poeta reposa una vida atormentada.

Sentóse decidida sobre el húmedo lecho,
mirando al cielo, ocultando un lamento;
la daga fulgente penetra en su pecho.

Yace sin aliento ese cuerpo marcado,
con ojos cristalinos, sonrisa en los labios,
abrazando la losa del ser allegado.

Húmedo y lúgubre está el camposanto,
donde los muertos descansan tranquilos,
donde no existe el frío, donde no hay espanto.