El soneto del moribundo

Ardiente sol infernal que lamentos arrancas,
cruel y vil estrella oculta en el firmamento;
me quitas la vida en este confinamiento,
abandonándome a mi suerte entre barrancas.

Maldito monte de arena fina y árboles espinosos,
que laceran la piel quemada cual corte afilado;
no me llevarás con tu ingenio hacia el acantilado,
pues no son tus designios mis deseos alevosos.

¡Qué venga el óbito con su traje desgarbado!
que me arranque del espíritu esta herida indecorosa,
pues en esta tierra infernal, me has abandonado.

¡Dios mío, déjame llegar a tu diestra primorosa!
No permitas que me vaya como un vulgar desarrapado
y concédeme la dicha de una muerte honrosa.