Lector, imaginate este paisaje: un jarrón de barro mi cuerpo, unos pies desnudos moldeando el cuerpo de barro, una noche hechizada en la garganta engripada de dios. Lluvia de catarro en la tierra. Las personas se aman sin tocarse, o por el contrario se guerrean sin conocerse o hacen el amor desesperadamente con sus sombras, dejando las paredes manchadas.
Esto es, nada más. Una excitacion de sensaciones que se iran apagando, poco a poco, como una fogata que olvidaron apagar, o que no supieron comó destruir.

Cuando cumplí 16 años mis amigas me invitaron por primera vez a un bar, un lindo lugar donde la gente que atiende te pone cara de que no se entera de que sos menor de edad y así se vive una ficción durante las horas que permaneces en el sitio, para lubricar correctamente con alcohol la velada y que todo parezca correcto. Recuerdo que esa noche me vesti con unas calzas blancas. Habia un muchacho sentado en la barra, y cuando yo ya iba por la tercer cerveza y estaba algo mareada, decidi acercarmele. Tropece y cai sobre él, mi abdomen se aplazto contra su codo y tuve que emitir una flatulencia, ya saben. Las calzas se tiñeron y fue la peor noche de mi corta vida adolescente. El muchacho se rio mucho, me pidio disculpas y se marcho.

Imaginate la escena: un flojera intestinal, un bar de adultos repleto de menores de edad, todo dando vueltas. Comence a orinarme. Vomite sobre mi ropa, sobre la gente que corria sobre mi a ayudarme. Estaba totalmente ebria, recuerdo que me alzaron en brazos para llevarme hasta el baño. Eran como cinco o seis personas. Yo no veia nada. Senti como alguien, mientras todos me acarreaban, me apretaba un pecho con fuerza, como si quiciera llevarselo de recuerdo. Luego me desperte en el asiento de un taxi, junto a una de mis amigas que estaba palida del miedo. Me dejaron en casa y por suerte mis padres dormian. o fingian hacerlo.