El guardian del bosque
Escrito por Isabel60 (Desconectado Offline), el 02 de octubre de 2007
El guardian del bosque
EL GUARDIÁN DEL BOSQUE

En la Provincia de Toledo hay un diminuto pueblo llamado El Real de San Vicente, una joya única, de incomparable belleza por la situación y el colorido de sus campos. Es un pueblo de 1.000 habitantes, aunque creo que gracias a los inmigrantes que llegaron del Este,... la natalidad ha crecido y con ellos también sus habitantes.
Está situado a 800 metros sobre el nivel del mar y engarzado entre dos montañas. Parece que estuviera unido a sus laderas.
En estas montañas es donde está el guardián del Bosque.

El guardián del bosque esta alerta a cuantas cosas suceden por estos lugares. Ahora está desprovisto de su traje, desnudo, y al contemplarlo da la sensación de que tiene frío. El otoño hizo que perdiera su vestido de gala y con ello sus hojas cubrieron el suelo y formando una alfombra perfecta de diferentes dibujos y lleno de colorido.
Se pueden ver en el suelo como miles de hojas dibujan pajarillos con sus alas extendías a punto de despegar. También hay hermosos barquitos vacíos que en los charcos que la lluvia dejó a su paso, emprenden viaje ladera abajo. Alguna hormiguilla subió en su velero y transporto alimento para todo el invierno.

El Guardián de Bosque por su inmensa longitud y pesadez parece que estuviera inmóvil, erguido, oteando todo el lugar y con las orejas alertas para escuchando cualquier sonido no natural y actuar. Pero él se mueve, a mí me guiño un ojo y me saludó con la mano izquierda, la derecha la tenía ocupada, un Cóndor bebé perdió el equilibrio y esperaba ser recogido por su mamá en la mano derecha y elevaba para que el Cóndor adulto recogiera a su retoño sin ningún peligro de dañarse con las ramas.

No te da miedo – Escuche decir.
Di un respingo. Entre mis labios salieron unas palabras casi apagadas.
- Pero si no hay nadie, ¿quien me habla?
Me sonreí a mi misma, para darme ánimos y que no sintiera pánico. Con la cabeza girada hacia el Guardián del Bosque, abrí mucho mis ojos, no daban más de sí. Parecía que iban a escaparse de sus órbitas.
Una urraca estaba posada en el árbol y picoteaba fuertemente en uno de sus brazos. Intenté asustarla pero no, no se iba, e incluso me hacía frente.
- Ehhh, oiga señora urraca - la dije -. ¿No ve que puede lastimar al Guardián del Bosque?
- No, no lo lastimo, le estoy quitando unas polillas que tiene y lo pueden destruir – contestó la urraca. Y continuó hablando con un grito estridente -. Entonces este lugar hermoso se quedaría sin protección.
La urraca cada vez levantaba más el tono de voz, excitada ante el festín que se estaba dando con las polillas que estaban haciendo enfermar al Guardián del Bosque.

De pronto empezó a silbar un viento huracanado…

Un remolino de hojas comenzarón a danzar todas hacia el mismo lado, iban en el sentido de las agujas del reloj y al mismo compás. Parecía sincronizada en la danza. Creo que intuyeron que algo malo estaba por suceder e intentaron dar ánimo y pintar en el ambiente unas pinceladas de colores suaves de tono pastel.

Los pobres pajarillos que aun no habían tenido tiempo de resguardarse del fuerte rugido que bramó, fueron abatidos por la fuerte brisa y casi lanzados en los brazos de las hojas que recogían todo lo que les caía del cielo. El invencible soplo huracanado levanto piedras que chocaban unas contra otras evitando de esta manera lastimar a algún ser viviente. Las hojas formaron una cadena para ir pasando los cuerpos desvaídos que caían del cielo y depositarlos con mucho cuidado dentro de este árbol.

Algunas de la infinidad de hojas que revoloteaban, se abrazaron entre ellas para formar unos eslabones irrompibles y hacer de puerta para proteger el tesoro que habían salvado.

Allí fue depositado el bebé del Cóndor con su mamá, pues ésta, fue sorprendida mientras alcanzaba la cumbre de la Cabeza del Oso sin poder resguardase del viento. Seis jilgueros muy lastimados con las alitas partidas por varias partes lloraban desconsolados. También se hallaban mariposas asustadas que perdieron sus lindos colores. Algunas hormiguillas fueron empujadas a la fuerza ya que por su leve peso fueron zarandeadas y arrastradas por el viento.

El Cóndor abrió un poco sus enormes alas y dio calor y cobijo a todos los animalitos lastimados. Pasaron la noche en silencio dentro del tronco hueco, allí estuvieron todos muy calentitos y protegidos. Se sentían todos a salvo y eran mimados y acariciados por su pico recio con gancho apical y bordes cortantes.
Con el color de sus ojos alumbró el pequeño habitáculo y, con su pico fue masajeando hasta curar las alitas de los jilgueros. Sus ojos rojos como el rubí, dieron tonalidad y formaron dentro del árbol un arco Iris, haciendo que todos sus colores quedaran dibujados en las alitas de las mariposas. A la mañana siguiente todo estaba bien, no había nadie lastimado.

Poquito a poco fuimos haciendo acto de presencia. Yo salí de entre los enormes e impetuosos brazos del Guardián del Bosque, los cuales nos habían envuelto a la urraca y a mí para protegernos. Eso sí, mi pelo que normalmente esta de punta por la gomina, estaba endeble, se había caído y alborotado por el aire. A pesar de que el guardián del bosque intento cubrir todo mi cuerpo, mi corta melena fue mecida por el viento. A ella fueron a parar algunos pequeños insectos, que hacían malabarismos para no soltarse de alguno de mis cabellos, donde se había agarrado con sus pequeñas patitas. Me dieron unos masajes muy relajantes al intentar aferrarse con fuerza.

- Gracias señor Guardián - decía la urraca con un hilo de voz que apenas se escuchaba.
- Gracias, - le chasqueaba la lengua de miedo que había pasado.
Los jilgueros entonaron una dulce melodía agradeciendo el nuevo día.
Las mariposas revolotearon y con sus colores se formó un enorme Arco Iris donde la luna se posó para sonreír a la tierra.
A lo lejos, comenzó a clarear la Aurora Boreal. El sol hizo acto de presencia, como cualquier día, por el este. Un hermoso día amanecía.
El Cóndor y su bebé emitieron un sonido con la lengua y desaparecieron. Son animales poco sociables. Cuidan muy bien de su retoño. El único huevo que tienen, lo miman durante algo menos de dos meses ya que las parejas no volverán a reproducirse hasta pasados dos años.
En la impetuosa huida con sus largas alas hizo balancearse a la luna, que estaba poco sujeta, posada en el Arco Iris…

La luna dio un respingo e hizo una pirueta y con uno de sus extremos pudo sujetarse para no caer al vacío. Menos mal que estaba en fase creciente, apenas era una rajita de sandia fina, y su peso era muy liviano, por lo que no tuvo mayor problema en erguirse de nuevo sobre el Arco Iris.
- Oiga señor Cóndor, tenga más cuidado hombre y calcule bien la distancia. Si sus alas extendidas tienen 3 metros ha de tenerlo en cuenta y salvar los obstáculos, calculando una distancia mínima y añadir un metro más – dijo la luna enfadada.
A todo esto la luna se componía. Tenía los pelos cada uno para un lado y estaba algo mareada.

El Cóndor no contestó, tenía prisa por tranquilizar a su bebé, éste lloraba desconsoladamente porque se había asustado. Fue tal el frenazo que sintió que lo despertó de un placido sueño. El Cóndor miró con ojos tristes y de disculpa, no podía hacer otra cosa. De su pico colgaba su bebe muy angustiado. Y siguió rumbo hacia las montañas. Poco a poco se perdió en el horizonte.

El Guardián del Bosque quedó apenado al verse sin la presencia ni el calor de todos los animalillos que momentos antes habían sido sus huéspedes. Aun así siguió con su tarea de vigilar y que todo los que habitaban en el bosque conservaran una buena armonía.

Al día siguiente y ya todo en calma, pasaron por allí una familia de jabalíes en busca de bellotas. Pero al no hallar el manjar tan exquisito, se pusieron a hociquear alrededor del tronco hueco. Al parecer les llegó el olor fuerte de las trufas que escondidas estaban entre las raíces del árbol.
El tronco aunque hueco tenía una mala salud de hierro, gritó:
- ¡¡Ehhhh!! ¡Malvados cochinos!, dejar de romper mis raíces, pues no veis que con ello quebrantáis mi vida.
Los jabalíes hicieron caso omiso y siguieron como si nada a su tarea de buscar alimento. Ya tenían un buen trozo escarbado, con lo cual en árbol hueco comenzaba a temblar. Con voz temblorosa exclamó desesperado:
- Compañeros ayudadme me tambaleo y de un momento a otros estaré en el suelo.
El Guardián del Bosque ante un grito tan lastimero, se vio obligado a actuar en defensa de su compañero. Alargó su enorme brazo. Una de sus ramas llegó hasta los animales y les golpeó en el lomo. Estos asustados salieron huyendo.


El árbol hueco gritaba:
- ayuda, me mareo, desfallezco, no tengo estabilidad, me dejaron sin fuerza esos brutos.
A los gritos de auxilio acudieron muchos conejos, ardillas, ratones,… que con sus patitas volvieron a poner la tierra de nuevo como estaba, tapando todas las raíces y dejando otra vez el árbol hueco bien sujeto…


- Gracias, gracias amigos - contestó el árbol hueco.
El lugar desde ese día estaba tranquilo.

Días más tarde, se escuchaba a lo lejos las risas de una niña que corría para alcanzar a unas mariposas de múltiples colores.
Por el sonido de las risas y el tono de voz que emitía parecía pequeña.

Se fue retirando de donde estaban sus padres. Llegó hasta el lugar donde habitaba el Guardián del Bosque y el árbol hueco.
Había saltado, había corrido tanto que estaba extenuada. Se quedó sentada cobijada en el tronco hueco. De pronto empezó a bostezar y notar que los parpados le pesaban y tendían a cerrarse. Se acurrucó dentro del habitáculo. Por manta y colchón utilizó las hojas que en él había, eran suavitas y olían muy bien.

El eco traía las voces de sus padres que desconsoladamente gritaban su nombre.
- Lucia, Lucía hija, vuelve no nos asustes.
Así estuvieron más de dos horas, y Lucía, estaba tan profundamente dormida, que no escuchó la llamada angustiada de sus padres.
Casualmente el Guardián del Bosque y el árbol hueco roncaban profundamente. En esas horas de la tarde todos los animales descansaban la siesta. Tampoco escucharon las afligidas voces de los padres de Lucía.

Después de horas de buscarla sin obtener resultados, llamaron y pidieron ayuda a los vecinos de El Real que organizaron batidas para buscarla. Las batidas partieron desde el convento hacia todos sus alrededores.
La búsqueda no dio resultado, y todos se temieron lo peor. Unos decían que podía haber caído a un zarzal, otros decían a un pozo,… otros callaban y no decían lo que pensaban. Aunque callados se temían lo peor.

La niña despertó al día siguiente y al no ver a sus padres se puso a llorar. El árbol hueco notó como las lágrimas empezaban a mojar sus raíces.
- No llores bonita - le decía -, cálmate. Nada te ha de pasar.
Lucía sollozaba y con hipo decía:
- Quiero a mi mamá. Quiero estar con mi mamá.
El Guardián del bosque alargó una de sus ramas y acarició los suaves cabellos de la niña. Ella lo miraba con sus enormes ojos asustada y de nuevo comenzó a hacer pucheros.
- No llores más pequeña- una voz amable y cariñosa desde una de las ramas más alta observaba y la decía sacándose una nuez de entre los dientes -.Yo soy tu amiga la ardilla, y vamos a correr la voz de árbol en árbol para que tus papas sepan donde estás...

 

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Escrito por tony (Desconectado Offline), el 02 de octubre de 2007
 6 votos · Leído 235 veces · 1 comentario · Sin pasajes debajo
Lucia empezaba a sentir dulce muy dulce la voz del guardián y poco a poco dejaba de hacer llanto, y las lagrimas le dejaron ver todo ese alrededor lleno de algarabía del amanecer que parecía un regalo para ella, los pajaritos la acariciaban ... Leer mas


 
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Comentarios
lolo54 dijo:
Buena y extensa historia, felicidades, un abrazo.
Escrito: 2 años y 12 meses atrás
angelcliment dijo:
bonito, sensual y amoroso cuento, Me gusto
Escrito: 2 años y 12 meses atrás
Isabel60 dijo:
Gracias ÁngelCliment.

Saludos
Escrito: 2 años y 12 meses atrás
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