Siempre hay una puerta por abrir. Puedes tener la sensación de vivir dentro de un laberinto por el que caminas día tras día para ir a parar una y otra vez al lugar de partida. Sin embargo, aunque no te hayas dado cuenta hasta ahora, siempre hay una puerta dispuesta para que la abras. Sólo hace falta que quieras encontrarla, que tengas valor para atravesarla y descubrir qué hay fuera de ese laberinto monótono y cómodo que te tiene atrapado.
Cada día que nace es una nueva oportunidad para ti. ¿Vas a aprovecharla por fin?
Puedes continuar como hasta ahora, dejándote llevar, tal como vienes haciendo desde ya no sabes cuándo y seguir deambulando por tu laberinto. Es tu opción. Fácil y cobarde, pero tu opción.
Ahora bien, quizás sea el momento de pararte un instante y preguntarte ¿Por qué? ¿Realmente es esto lo que quiero?
Es probable que no hayas encontrado la puerta porque nunca la has buscado de verdad. Piensa un poco. ¿De verdad estás a gusto arrastrándote por tu laberinto? ¿No será que el tiempo ha ido borrando poco a poco de tu memoria el recuerdo de lo que hay más allá de las paredes que tienes enfrente?
Busca la puerta. Al menos inténtalo. Y cuando la encuentres y veas lo fácil que era dar ese leve empujón que la abre, recordarás que tú ya has estado ahí fuera. Que estás volviendo a tu hogar.
Atrévete. No dejes que tu vida se marchite entre las grises paredes que te oprimen y que se estrechan cada vez más.
Busca la salida porque existe. Es más, sólo se creará cuando la quieras encontrar, pero siempre habrá estado ahí. Puede que en esa pared por la que pasas cada día hasta que al fin decides que ahí debe haber una puerta y entonces la verás delante de ti.
Ábrela y sal ahí afuera. Vive desde otra perspectiva. Verás como con el paso del tiempo llegarás a olvidarte que una vez estuviste dentro de un laberinto.