Continuación del tercer capítulo: LOS VISITANTES.
Escrito por martins (
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_No parece que vayamos a pasarlo demasiado bien _manifestó Jonatán un tanto resignado. Carlota le dirigió una mirada comprensiva. Estaba preocupado por su mamá, lo sabía, y, por si fuera poco, odiaba tratar con gentes que casi eran unos extraños para el. Al contrario de lo que a Carlota le sucedia, su hermano gemelo era más bien tímido y de carácter reservado. -¿Qué les sucedió a los padres de esos niños? -preguntaba Jonatán. -Murieran en un accidente de automovil hará unos cinco años. Asi que los chicos viven ahora con su abuelo, y tia carry cuida de todos porque es la ama de llaves del señor Hubble. La sirena de la locomotora Diesel que arrastraba el convoy mugió repetidamente. Un segundo más tarde el tren se zambullia en un largo túnel. Dos paradas despues Carlota se puso en pie y, acompasando sus movimientos a la trepidación del vagón, empezó a acicalarse, peinando su rubio cabello, que llevaba recogido en "cola de caballo". Sonrió ante su imagen reflejada en el espejito del comportamiento, guiñando sus grandes ojos garzos. Dos hoyuelos aparecieran en sus mejillas, por lo demás, bastante pálida. Empezaba a sentirse mayorcita, y se volvía cada vez más sensíble. "Mamita" la llamaba a menudo su padre. Siempre había cuidado mucho a sus hermanos, porque la madre no se encontró bien ya desde el nacimiento de Pedrito, y a veces pasaba semanas enteras en cama. _Ya falta poco _dijo en tono alegre_. Papá me dijo que buscara la aguja de la Catedral, que aparecería por la esquierda. Por ese lado hemos de bajar. !Pedrito subete los calcetines! Vas hecho una facha. Jonatán, ven aquí, para que te ajuste el nudo de la corbata, y animate, hombre! !Cualquiera creería que te duelen las muelas! _A sus órdenes, jefe _saludó Jonatán, esbozando una forzada sonrisa. !Al fin! Ya estaban en stoweminster. La pequeña estación se hallaba casi llena, porque en las últimas estaciones del trayecto la gente subió sin cesar. Eran empleados y obreros que regresaban a casa despues del trabajo. Um hombre alto, con pantalones de pana, un rostro atezado y bien cuidada la barba de color castaño, estaba charlando con el empleado encargado de recoger los billetes, junto a las escaleras de salida de la estación. Cuando vio a los niños se acercó inmediatamente con poderosa zancada. _!Eh, vosotros!...¿No seréis, por casualidad, mis primos los Vaughans de Brindley? Los aludidos asintieran timidamente, ante lo cual centellearan con acogedora sonrisa los ojos grises del hombre. _!Estaba seguro! Bueno, ahora vamos a ver... No, no me lo digáis. Quiero adivinarlo, según lo que decía vuestro padre en su carta... Tú, tú eres Carlota, y tú Jonatán, desde luego. En cuanto a ti... _Pedro _afirmó una vocecilla cuyo propietario permanecía absorto en la contemplación del espléndido apéndice capilar de quien interrogaba al trio Vaughan. _Pues yo soy vuestro primo Harry Bowles. ¿Cómo estáis, chicos? !Encatado de conoceros! Por turno se estrecharan las manos con efusión. Luego el hombre hizo una mueca simpatica. _La verdad es que soy mucho mayor que vosotros; de manera que eso de "primos" parece un poco... bueno, no da la impresión de ser lo mejor. Quedará más propio que me llaméis "tio", "Tio Harry", eso es. Vamos, marinero, !arriba! Alzó sin esfuerzo a Pedrito, colocándolo a caballo sobre los anchos hombros, mientras él permanecía en cuclillas. Luego se incorporó y tomó las maletas de Jonatán y Carlota. La niña entregó los billetes al empleado de la salida, y todos juntos descendieran unos cuantos escalones, a través de un techo de túnel, hasta salir, por fin, al suave sol del entardecer. Un melodioso tañer de campanas les acogió allí. llegaba en oleadas, flotando por encima del persistente ruído del tráfico que congestionaba la calle principal de la localidad, inmediata a la estación. E l campaneo iba y venía sobre sus cabezas, acercándose sonoro cuando el viento lo arrastraba hacia ellos y desminuyendo paulativamente conforme lo alejaba de nuevo, hasta convertirse en un simple murmullo apenas audíble. _Son las campanas de la Catedral _precisó el tio Harry mientras hacía desmontar a Pedro, Luego siguió deciéndoles_:Llegaréis a conecer su sonido a la perfección antes de regresar a casa. Bien, ahi lo tenéis. Disponemos de nuestro propio medio de transporte. Os presento a "Adelaida". Dejó caer con gesto afectuoso su mano sobre la portezuela del viejo automóvil, todo reluciente bajo capas de grasa y cera especial para su limpieza. _En un Rolls-Royce, ¿verdad? Papá tiene un Ford Popular. De color azul_ explicó Jonatán. _Yo tambien tengo mucho coche _torció pedro, acariciando los grandes faros de "Adelaida"_. ¿Puedo tocar la bosina, tio? _Cada cosa a su tiempo _prometió el aludido.Abrió la puerta delantera isquierda, ofreciendo acceso a Carlota con una seña, y golpeó suavemente es espacioso asiento tapizado en gris_, Vosotros, muchachos, sentaos en el asiento trasero _decidió. El tio Harry condujo luego el automóvil carretera adelante."Adelaida" se deslizaba majestuosamente, como un grande transatlantico bogando por tranquilas aguas. _¿Qué es esto? _proguntó, impaciente, Pedrito. _¿Eh? !Ah, eso! Es un tubo para comunicar con el chófer. Di algo acercando la boca. _!Buuu! _aullió el niño_. !Hola, Carlota! Su hermana dio un salto y soltó el trapo. la trompetilla conrrespondiente estaba situada justo al lado de su oreja. Iban, acortando la marcha, hacía una calle estrecha, llena de autos y camiones. El embotellamiento hacía marchar a todos los vaículos parachoques junto a parachoques. Un paquete lleno de grandes castañas con amplio remaje se extendia a su esquierda. Atravesaran luego un rio a su derecha, con una docena de cisnes, por lo menos, nadando placidamente por sus aguas. Al otro lado del rio se elevaba hacia el cielo una grácil aguja. _!Ahí es! _exclamó Carlota_. La vimos desde el tren! _Si esa es la Catedral. Y éste es el rio Stowe _confirmó tio Harry. Jonatán concentró su atención en el reflejo que el conjunto producia en las tranquilas aguas del rio. _Bonito cuadro, ¿eh? _observó interesado. "Adelaida" tomó suave y seguramente una curva hacía la derecha. El sonido de las campanas se fue haciendo más audible y grave. _"Calle particular. Proibido el paso_ leyó Jonatán en voz alta lo que decía un cartel del camino que seguian. _!Bah!, no te apures. la cosa no nos afecta, porque somos nosotros justamente lo que vivimos ahí dentro... Penetraran en el recinto catedralício . Ante ellos se presentaba la Catedral, con sus praderas adyacentes cuidadosamente atendidas, césped bien cortado y verde, como una alfombra en torno al edifício, surcado por senderillos enarenados que contribuían a formar una especie de parque. Doblaran otra esquina y se detuvieran ante un par de casas, muy antiguas y bastante grandes, de aspecto medieval, con el entramado de vigas a la vista y ventanas de cristalitos emplomados. Un arco de entrada las dividia en su parte inferior. _La de la derecha, donde está el sicomoro, es la nuestra _indicó el tio Harry mientras se afanaba en torno a las maletas. Los tres estaban muy cansados del largo viaje y no tenían ganas de hacer comentarios, pero coincidieran en contemplar los edificios con expresión de agradable sorpresa. Las ventanas eran pequeñas, con cristales oblongos enmarcados en plomo, y dos de ellas tenían unos maceteros de madera pintada de blanco impoluto y brillante, con plantas de diversa índole: geranios rosas, azules lobelias, etc. Una corneja, encaramada en lo alto de una de las grandes chimeneas gemelas, los acogió ruidosamente. _!Croac, croac, croac! _Por aqui_ pedió tio Harry. Le seguieran todos, atravesando el pórtigo de acceso. Las paredes estaban encaladas y el suelo lo componían baldosas rojizas muy desgastadas por el uso. En el lado derecho aparecía una puerta pintada de negro, con un brillante llamador de bronce, que llevaba como adorno la belicosa faz de un león enseñando los dientes. _Llamad vosotros _dijo Harry, cuyas manos estaban ocupadas con el equipaje. Pero cuando Jonatán acercaba su mano al terrorífico llamador, la puerta se abrió de par en par y..._!Bien venidos todos!_ dijo una voz acogedora y alegre. En el umbral se hallaba una limpia y regordeta mujer, más bien pequeña, vestida de negro de pies a cabeza, con ojos sonrientes, irradiando una especie de luz interior, rosadas mejillas y el grisáceo cabello recogido en un moño que coronaba su cabeza por la parte posterior. _Os he visto llegar. Tenéis que estar rendidos, pobrecillos. Tio Harry hizo las presentaciones, y la tia Carry, pues ella era, les fue dando a cada uno un beso, acompañado de alguna caricia. Luego tomó en sus brazos a Pedrito, como si fuera un niño de pecho y no un muchachito de cuatro años bien desarrollado _lo cual no importó gran cosa al interesado, por una vez y debido a su extrema fatiga_, y entraran todos en la casa, mientras permanecia abierta un instante más la puerta, para franquear el paso a un gran gato negro que se acercaba. _Aqui tenéis a "Satán", que se ha acercado a daros la bienvenida. El felino les dirigió a todos y cada uno una ambarina cuanto inquisitiva mirada. Luego fue trotando sin ruído tras ellos, mientras tia Carry les mostraba la planta baja de la mansión. Comparándolo con su moderna vivienda de las afueras de Brindley todo resultaba nuevo para los chiquillos. Los techos, con sus vigas ennegrecidas y poderosas, daban la impresión de ser excesivamente bajos, y las ventanas, de cristales emplomados, demasiado pequeñas y colocadas casi fuera de su alcance. Cada puerta tenía un picaporte de bronce para tirar de ella, y para acceder a las diversas habitaciones, bien fuera desde el vestíbulo de entrada, bien desde el pasillo, uno tenía que ir subiendo y bajando algunos escalones, de modo que hasta poder acostumbrarse se corria el riesgo de darse el gran batacazo, simplemente por salir del propio cuarto o entrar en el. _Esta es la cocina. Tia Carry abrió otra puerta más. La habitación que servia de cocina tenía suelo de baldosas rojas, y una estera de asparto compuesta por pedazos cuadrados cosidos a mano lo recobría. Una marmita borboteaba encima del fuego de una cocina de carbón. En la estancia habia admás una mesa, de tablas muy límpias a fuerza de haber sido fregadas muchas veces, con tiradores metalicos en los cajones, un gran mueble lleno de aparadores con platos y tazas por un lado, y porcelana con dibujos con tonos azules y blancos por otro, asi como algunas sillas. La ventana que iluminaba la pieza tenía gruesos postigos y daba sobre los jardines de la Catedral. Jonatán convenció a su tia para que le hiciera una demostración anticipada de como se cerraban por la noche los indicados postigos, asegurándose luego mediante fuertes barras de hierro en la parte superior y inferior. _Venid ahora por aqui_ indicó tia Carry, abriendo la puerta de un pequeño gabinete que daba a la parte de atrás de la casa, frente al jardín y a la puesta de sol. Los chiquillos se detuvieran en el umbral y sus ojos se dilataran de asombro. !Qué cuarto tan incrible! Para empezar, estaba lleno de almohadones por todas partes, docenas y docenas de almohadones. Los había de color escarlata, de tono verde esmeralda, limón, turquesa, pürpura, rosa encendido, Almohadones con rayas de todo tipo, con lunares; otros, gruesos, super-rellenos, estallándose casi las costuras, en tanto algunos parecian tan delicados y flacidos, que daba repara sentarse encima. _¿Os gusta? _proguntó tia Carry mirando en torno suyo con el rostro encendido de orgullo, y luego añadió_:Es mi "Saneta Sanetorun"_ ¿sabéis? Me encuentro muy bien aqui. Admás me gusta una nota de color en mi propia habitación. Y ahora queridos mios, sentaos. Estáis en vuestra casa. Tengo la cena casi lista ya. Carlota se sentó. !Era como estar rodeada por el arco íris!, pensó. Empezó a escribir un mensaje a sus padres en su trajeta postal, contando las incidencias del dia y su arribo feliz a stoweminster. Mientras tanto, Jonatán merodeaba por alli, contemplando los cuadros, y Pedrito caia dormido en una macedora colocada junto a la chimenea.
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