Continuación y final del capítulo noveno
Escrito por martins ( Offline), el 05 de diciembre de 2009
_Si, todo esto ya lo tenemos_confirmó Sara. _Perfecto. _Alarico cerró el libro_. Averigua lo que es "macis", y tráete un poco. Mientras tanto, le echaré un vistazo a la colección de Carlota y procuraré sacar de allí la manzanilla. _!Chist! _previno Sara_. El viejo Gowdy anda por aquí; puedo verle la cabeza. ¿Sabes lo que estaba pensando el otro día, Alarico? Que sería muy divertido convertirlo en un... _!Cielos, no! _exclamó el aludido_. !Ni hablar! Como vuelvas a alguno de tus acustumbrados, mira que... _Sí sólo estaba pensándolo..._se defendió la niña un tanto acobardada. _Bueno, pues ni eso siquiera. Nos encontraremos aquí dentro de media hora, y procura traer eso, lo que sea, cuando vuelvas... Jonatán compró, al fin, su linterna eléctrica. _Me llevaré esta misma _informó al dependiente con mal disimulado orgullo_. No, no hace falta que se moleste usted en envolverla. Los tres hermanos salieran de nuevo a la calle, llena de gente. _Es fenómeno _alardeó Jonatán_. Mira, Pedro, fíjate cómo la enciendo. Apuesto a que es más potente que la de Sara. Incluso... !Uf!! !Lo siento! _¿Por qué no mira usted dónde pisa?_criticó una alterada voz. _Buenos días, miss Trinket_saludó cortésmente Carlota. _!Oh! !Pero si son los queridos noños!... No necesitáis tirarme al suelo, desde luego... Soltó una forzada risita y se quedó mirando la linterna de Jonatán con marcada expresión de curiosidad en sus protuberantes globos oculares. _!Qué linterna tan bonita!... !Y de lo más útil para andar por sítios oscuros!... Por cierto, ¿ os gusta vivir en una casa tan antigua como esta? _Euhhh... pues sí, miss Trinket, claro está_tartamudeó Jonatán. _Habemos ido bajo la bodega_ chilló en ese momento Pedrito, quien estaba contemplando absorto el monumental sombrero de miss Trinket, realmente muy semejante a un nido de pajaritos, con huevos y todo. _!Ah, si, la bodega! Esos sucios y repugnantes agujeros subterráneos. Quisiera que en mi casa no hubiera un lugar semejante. Son el sítio perfecto para que se pueda esconder un ladrón. Es lo que siempre pienso yo. _Tita Cary pone "bajo carbón y latas"_alegó Pedrito. _¿De veras? En mi casa el cerrojo de la trampilla que lleva al sótano está siempre corrido. Ninguno de los que vivimos allí ha bajado desde hace años. Y no creo que vayamos a hacerlo. Esas horríbles escaleras que hay... _En fin... realmente creo que deberíamos irnos ya_empezó Carlota. Pero miss Trinket no llegó a enterarse de su indirecta. Proseguía: _Esa Sara es una niña de lo más original. ¿No os parece a vosotros? La dejan hacer práticamente lo que le apetece; demasiado, según mi punto de vista. Me la he tropezado hace un momento, y me ha preguntado una cosa tan rara... _Carlota le dio un codazo a Jonatán_. Va y me dice: "¿Usted sabe lo que es el macis?" Y yo le digo: "No querrás decir esa especia que a veces se usa en los guísos, ¿verdad?" _¿Y que le contestó Sara?_se apresuró a inquirir Carlota, juzgando que aquel detalle pudiera proporcionarles una clave del asunto. _Me dice: "!Entonces puedo comprarla en una tienda de ultramarinos!" Y salió como alma que lleva al diablo... A veces me pregunto si la pobrecita está bien de... _La voz de miss Trinket se cortó. Acababa de identificar otra vítima al lado opuesto de la calle_. Buenos días, querida... Y sin más explicación salió en busca de su presa. _Macís..._recalcó, pensativa, Carlota_. Lo que quisiera saber es paraqué quiere eso Sara... _Pues lo que es yo..._y Jonatán meneaba la cabeza dubitativo. Carlota pasó las primeras horas de la tarde escribiendo a sus padres. Cuando hubo echado la carta en la estafeta de correos, dicidió que arreglaría un poco su colección de flores secas. _Es raro..._observó. Jonatán levantó la vista de su acuarela, a la que daba un último toque decisivo. _¿Decías?... _Mira, aquí tengo las flores que recogí por los alrededores de Brindley el año pasado. Mostraba en alto un álbun bien preparado. _¿Y...? Jonatán enjuagaba su pincel en un recipiente colmado de agua negruzca y sucia. _Alguién ha estado revolviéndome la colección. Hay una flor que falta. Puedes comprobarlo por tí mismo. _Quizá se te haya caído. Jonatán no podía entender por qué su hermana se dedicaba a insistir en semejante bobada. Ahora que... !Si le llega a faltar a él una de sus acuarelas...! _No se ha dado el caso de que uno de mis especimenes se caiga_dijo con firmeza la niña. _¿Quizá Sara?_empezó a decír Jonatán. _Pero ¿por qué? ¿por rabia? Me parecería extraño. Y admás, ¿por qué una flor en especial? La de manzanilla... !amarga! _Carlota movió con desaliento la cabeza. Estaba realmente extrañadísima_. Mejorana y hojas de laurel, macís, manzanilla amarga... ¿Qué irán a hacer con todo eso? ¿Supones tú, Jonatán, que quieren hacer un conjuro? _preguntó en broma_. Y, por cierto, ¿dónde se han metido? ¿Dónde se han metido quién? _preguntó tía Carry, que aparecía en ese justo momento para poner la mesa, pues era cerca de la hora de cenar_. No, no me lo digáis. Puedo imaginármelo. No he visto a Alarico desde la hora de comer; pero a Sara acabo de verla hace un segundo a través de la ventana de la cocina. Estaba plantada cerca de la Catedral. Creo que debía estar viendo volar a los vencejos. La veleta de la Catedral dirigía su flecha hacía el Sur. Grandes y ondulantes nubarrones bogaban por el cielo en dirección al lugar donde permenecía Sara. Miró con fijeza a la veleta. !Pues no parecía que fuera a caerse! Cerró los ojos y volvió a abrirlos en seguida. No, la aguja del templo estaba todavía en su sítio. Debía ser algo relacionado con la dirección que tomaban aquellos nubarrones, se dijo. La bola de oro que había debajo de la veleta centelleaba, herida por los rayos del sol poniente. !Qué lejos estaba! !Y qué alta! Sara se acordó de lo que su abuelo le contara cierto dia, de cómo un "escalatorres" cayó, acía muchos años, desde casí la misma veleta. Lo enterraran al pie de la aguja catedralícia, bajo el verde y espeso césped. !De nuevo volvían los vencejos! Sara los contempló encandilada. Cada día, al caer la tarde, se deslizaban por el azar con idénticas y audaces cabriolas, lanzándose desde la mismísima punta de la veleta que coronaba la aguja de la Catedral, mientras emitian sus agudos chillidos caraterísticos. !Qué hermoso subir y subir, como ellos! !Cada vez más y más arriba, sin temor a caer! _Todo está listo_indicó una voz a sus espaldas. Sara dió media vuelta en el acto. Alarico estaba a su lado, sobre el césped, silueteado contra el cielo color de amapola. Sus ojos azules relampagueaban de excitación. _!Oh, Alarico! ¿Cuando? _Esta misma noche_ fue la respuesta.
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1
Escrito por martins ( Offline), el 07 de diciembre de 2009
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Las doce en punto, y serenooo!... !Sin novedad!..._ gritó Latchum. A renglón seguido el reloj del templo desgranó las horas, tocando las campanadas suavemente, como piedras que cayeran en la negrura del recinto catedralício. Sara ... Leer mas
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