CAPÍTULO: 12 (DOCE): En donde se descubre el pastel.
Escrito por martins (Desconectado Offline), el 13 de diciembre de 2009
Espero que hayas traído bastante, porque estoy simplemente famélico _confezó Alarico_. Después de todo creo que el desauuno de esta mañana no fue cosa del otro jueves, ¿no te parece a tí?
_Aquí hay dos pastelillos de carne que compré ayer._Sara desenvolvió diversos paquetes_. Y tres salchichas que he conseguido durante el desayuno. Algo de pan y queso que me llevé de la despensa, y esta bolsa llena de ciruelas. !Ah, Sí! También tenemos media tableta de chocolate con sabor a pipermint...
_Muy bien. _Alarico hizo una mueca_. Supongo... que le robaste las ciruelas al viejo Gowdy, ¿no?... Mira, aquí tienes mi contribución: esta botella de gaseosa. Tendremos que ír bebiendo por turno.
_Es mucho más divertido comer aquí, en el jardín este de los fosos, que teniendo delante a esos críos estúpidos.
Sara dio un respetable bocado al pastelillo de carne que empuñaba.
_A mí no me parecen mal en absoluto _protestó su hermano_. Y, por cierto, lo que me deja perplejo es cómo te las arreglaste esta mañana para podértelos sacudir. Ya no han vuelto, ¿eh?
_!Bah! De lo más fácil _presumía Sara_. Sencillamente, encerrándolos en el último desván...
Alarico se quedó inmóvil, con un pastelillo de carne a medio camino de la boca. Luego, aulló:
_¿Qué dices?
_Que los encerré en el desván, ¿por qué no había de hacerlo?
Alarico se puso en pie de un salto.
_!Cielos! !Deben estar muertos de hambre los pobres diablos!
Miraba a Sara con ojos repentinamente tan implacables como los del abuelo Hubble.
_Uno de estos días te voy a... Bueno, ya no tiene remedio..._dijo.
Echó a correr hacía la casa, indicando por encima del hombro:
_Ya nos veremos. !Y no te me comas las provisiones, pedazo de atún!
Sara terminó el resto de su pastel de carne. Luego, dándose cuenta de que los cordones de sus nuevos zapatos de color pardo se habian soltado al saltar por encima de la muralla, y recordando cuanto Alarico le dijera acerca de la importancia de mantenerlos bien atados, volvió a hacerse con todo cuidado una hermosa lazada. Cuando estaba en ello, un pensamiento muy atractivo le vino de pronto a la mente.
Miró en torno suyo para asegurarse de que se hallaba enteramente sola. Luego se puso varias ciruelas en el bolsillo de su anticuada falda, se incorporó, y a continuación, con un ligero impulso, empezó a elevarse sobre el suelo. Tres o cuatro inseguros pasos en el aire, y luego... !Aleluya y más aleluya!, ya estaba deslizándose suavemente _al menos para lo que cabía esperar de una principiante_ por la atmósfera, con su cabeza justo a nivel de la parte superior de la muralla. !Volaba!.
El corazón le latía fuertemente, a ritmo acelerado. Pensaba que, en realidad, aquello apenas precisaba de un poco de prática para salir perfecto. ¿Ir más arriba? ¿Y por qué no? Volvió a imprimirse otro impulso. !Fiúuu! Su cabeza atravesó una miriada de verdes hojas de los tilos, emergiendo a renglón seguido como un nadador sale de nuevo proyectado a la superficie tras de una zambullida. !Cada vez más y más alto! Praticaba cortas y decididas inspiraciones profundas. Si pudiera ver a Alarico en aquellos momentos... !Alarico! Algo más le había dicho aquella mañana su hermano: "Hagas lo que hagas no te olvides de la fórmula". !La fórmula para bajar, se le olvidó! Atravesaba unos momentos de pánico. Luego, con inmenso alivio, volvió a recordarla.
!Arriba, siempre más alto!... Los prados de la catedral empezaron a hundirse hacía abajo. Sus limpios cuadrados y triángulos de verde terciopelo fueron haciéndose cada vez más pequeños. Sara fijó sus ojos en el infinito, sin atreverse a mirarlos. Luego, reuniendo todas sus fuerzas, todo su valor, sí lo hizo. Y entonces vio fila tras fila de casitas de muñecas, con luminosos jardines del tamaño de un pañuelo femenino, y una cinta de tono arenoso en lo que debía ser Paseo del Obispo, con una fila de sombrillas verdes que serían, estaba segura, los viejos tilos.
!F_r_r_r_! Una sorprendida paloma le pasó rozando. Tan cerca, que pudo darse cuenta de que tenía una manchita blanca en cada lado de su cuello grís pizarra. !Y siempre más arriba!... El cabello se le enmarañaba delante de sus ojos, la falda tremolaba como una bandera. Se colocó una mano en cada oreja, tapándose así los oídos. Tenía una extraña sensación en ellos, como si alguién se los hubiera llenado de algodón, y su cabeza la parecía ligera. ¿Empezaría quizás a marearse? Miró hacía arriba y se quedó estupefacta. De pronto, ante sus asombrados ojos, se presentó la mismísima gran aguja de la torre catedralicia, grís y de macizo aspecto, disparada hacía el cielo. Los rayos del sol jugaban al escondite a través de las estrechas y alargadas ventanas del templo, y mirando con atención la niña percebió la escalerita de caracol que iba ascendiendo por en interior de la aguja.
_Y ahora lo bola, bastante grande, que había debajo y a poca distancia de la veleta, apareció ante ella, amarilla como la manteca y mayor aun que la clase de calabazas favorita del viejo Gowdy. Sara extendió un maligno pie y hizo dar la vuelta a la giralda de la aguja citada, hasta colocarla señalando el Norte. Lanzó una risotada gozosa. Y en el momento de emitirla algo le hizo quedarse pensativa: !Aquello no era un experimento! ¿Qué relación tenía con la auténtica Ciencia? No, Alarico se había equivocado en ese punto. ¿Cómo no se habría dado cuenta ella antes, a pesar de haber leído referencias tan a menudo en sus libros de cuentos? La cosa se relacionaba con la Magia. !Magia es lo que era, si señor!
Se colocó a horcajadas encima de la bola dorada_solo había sítio para uno, calculó_ y, agarrándose con una mano al férreo soporte de la veleta, sacó con la otra una ciruela del bolsillo y se puso a contemplar el mundo en torno suyo con ojos encandilados. !Tras tantas desilusiones, allí la tenían, en la cúspid!... !Cuando empezaba a creer que algo semejante sólo pasaba en los cuentos! Claro, sí empezaba uno por contar lo de la transformación de Alarico en gato...Pero aquello le había sucedido a su hermano, y no a ella. La cosa era, pues distinta.

 

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Escrito por martins (Desconectado Offline), el 16 de diciembre de 2009
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Y ahora, mirando hacía abajo, ver el mundo extendido a sus pies como un gran plato redondo, ver todas las casitas de aire feliz, y los árboles, el río como un centelleante collar fulgurando al rol, la bulliciosa estación con sus loco ... Leer mas


 
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