Continuación del: Capitulo 12(doce)
Escrito por martins (Desconectado Offline), el 16 de diciembre de 2009
Y ahora, mirando hacía abajo, ver el mundo extendido a sus pies como un gran plato redondo, ver todas las casitas de aire feliz, y los árboles, el río como un centelleante collar fulgurando al rol, la bulliciosa estación con sus loco motoras de juguete yendo y viniendo, con aquellos puentes miniatura, las grúas, penachos de humo diminutos, etc. Y los campos de diferentes colores y formas, como alegres y estrambólicos retazos de tela que estuvieran guardados, para aventual utilización futura, dentro de un saco. Ver el conjunto como siempre lo habían contemplado los pájaros _y por cierto que bien divertido debió parecerles el mundo a ellos también_ era cosa capaz de dejarle a uno sin respiración, pensó Sara. !Justo lo que había esperado ver toda su vida!
Luego estaba el placer de deslizarse sobre la aguja como lo había hecho. Nadar como un pece, sólo que en el azul del éter. Ser capaz de llegar a coger, sí así le placía, un puñado de la deslumbradora y blanquísima nieve que en realidad era tan sólo una nube, dipararse hacía abajo, así, como una flecha _!no demasiado abajo, desde luego, para que nadie llegara a verla!_ y dejar caer encima de la calva cabeza del señor Elías Trinket, cuando estuviera amontonando el césped segado en su carretilla, una simple ciruela que llegaría a pensar cual si fuera de piedra. !Sin duda alguna eran custiones relacionadas con la Magia! !Magia pura!
Pero llegaba la hora de volver al suelo. Pronunció clara y sonoramente las palabras de la fórmula, y inmediatamente empezó a descender, despacio, suavemente, como villano balanceándose sin ruído en el viento. Abajo, en el jardín del antiguo foso, Alarico la observaba.
_!Debías haber esperado hasta que yo volviera! ...¿Qué tal te ha ído por las alturas?
_!Oh! !E... e... era! _Sara tartamudeó, pero sin lograr emitir sonido alguno coherente. Se sentó de golpe en la hierba_. Me siento mareada.
_No me extraña _opinó su hermano_. Subiendo hasta donde has subido, y tan aprisa... Anda, toma un trago de esto. Puede que te vaya bien _y le tendió la botella de gaseosa_. !Ah!, se me olvidaba_continuó_: Acabo de ver a miss Trinket con la vista fija en la espira de la catedral, como si comtemplara algún fantasma a juzgar por su cara. Tengo la desagradable sensación de que te ha visto, Sara. Realmente debías haber ido con más cuídado. Si se da cuenta de... bueno, ya sabes a lo que me refiero, !me dan escalofríos sólo con pensarlo!

Entretanto los gemelos y Pedrito habían terminado de comer.
_Vamos a salir, y iremos en busca de Alarico y Sara_dicidió Carlota.
_No quiero ir con vosotros, Jonatán_manifestó sorprendentemente Pedro.
_¿Y por qué no?
_Quiero jugar.
Lanzó un guíño de sus azules ojos a su hermana, cuando ésta le miró sorprendida. Si la chica no hubiera tenido tanta prisa por marchar, y no hubiese, consiguientemente, estado atenta a su asunto solo, con seguridad habría sospechado alguna diablura de Pedrito.
_Bien, bien, como quieras. Pero estate con tía Carry ¿eh? No tardaremos. Pedro se fue a la cocina, donde la tía Carry estaba fregando la vajilla.
_!Hola, peque! ¿Te han dejado solo, cariño?
Pedrito echó una ojeada hacía la deslumbradora colección de sartenes y utensílios semejantes, de bruñído cobre, que estaban colgados en fila.
_Quiero una cacerola, por favor_dijo a su tía.
_¿Una cacerola, querido? ¿Y para qué la necesitas?
_Para meter algo dentro_informó el niño susintamente.
En aquel momento una idea cruzó por el cerebro de tía Carry. Eso debe ser, se dijo. Cuando Harry era un muchacho, estaba recordando ahora, siempre se divirtió mucho guardando bellotas y otros frutos secos en una cacerola. Así que se llegó a la despensa en busca de alguna apropiada.
_Aquí la tienes _dijo al entregársela al niño_. Es bastante vieja, pero te garantizo que no tiene ningún agujero.
_Gracias.
_¿Dónde vas ahora, pequeño?
Pero al parecer Pedrito tenía demasiada prisa para molestarse en contestar. Sabía dónde estaba el gran barríl en el que se almacenaba para diversos usos el agua de lluvia. En aquella casa se encontraba justo debajo de la ventana de Sara, en la parte posterior del edifício principal. Intentó levantar la tapa, pero era demasiado para sus fuerzas. Le dió un empujón hacía abajo, con idéntico resultado negativo. En ese momento empezó a acalorársele el rostro de furor y inpaciencia. !Tenía que convencer a aquel estúpido barríl para que colaborara! Le dio un soberbio golpe: !Cras!, la tapa perdió el equilibrio y salió rodando por el suelo, en tanto Pedrito casi se iba detrás de ella. El barríl estaba apenas mediado. Pedrito se inclinó subre su boca peligrosamente, y conseguió introducir algo de líquido en su cacerola. Era un agua pardusca, con unos animalitos deslizándose por la superficie a modo de arañitas gríses. Se fue muy satisfecho con su precioso líquido en dirección al patio, pero, una vez allí, pronto estuvo rodeado por una horda de estúpidas y cacareantes gallinas, que de seguro se imaginaban llevaba algo bueno para ellas en su receptáculo. De manera que terminó por introducirse en una de las casitas o edifícios adyacentes al cuerpo principal, que servían para los más diversos usos. En toda su marcha no había dejado, por supuesto, de ir derramando algo de líquido. Llegado a su destino puso la cacerola en el suelo.
A continuación el niño tornó de nuevo al jardín, y allí empezó a recoger cosas: una hoja de laurel, centelleante y suave como el vidrio, una brizna de tomillo, una hoja de helecho, cierta cáscara _vacía ya_ de caracol, la pluma de un grajo, etc. Las amapolas del pedacito que pertenecía a Sara le llamaron entonces poderosamente la atención, y por lo tanto separó varias cabezas escarlata de sus peludos tallos conrrespondientes. Fue trotando, ocupadísimo, de aquí para allá, mientras colocaba amorosamente su diversa colección en la cacerola. Luego se sentó junto al receptáculo con las piernas cruzadas, y pasó uno o dos minutos mirando fijamente como flotaban cosas en el agua pardisca. A renglón seguido salió disparado, hacía la cocina esta vez.
_Quiero una cuchara, por favor_indicó.
Mientras tia Carry la buscaba, se empinó de puntillas y bajo algo del segundo aparador de la alecena. Era una caja de cerillas.

Tras cierto tiempo de búsqueda Carlota y Jonatán se tropezaron con los Hubble, que estaban en el huerto. Sara yacía, aparentemente dormida, en la hamaca de cuerdas, mientras su hermano, apoyada la espalda en un manzano, leía un librito de tapas pardas.
_Espérame aquí _susurró Jonatán.
Fue arrastrándose, hasta colocarse junto a la hamaca. Luego, en un instante, saltó rápido sobre ella, y la hizo volcar. Sara dio un chillido, cayendo luego con un ruído impresionante al suelo. Alarico por su parte se puso en pie de un salto, ocultando al mismo tiempo el libro dentro de su chaqueta. Sara se levantó sin que nadie tuviera que ayudarla. Estaba rabiosa.
_Salvaje, monstruo horríble_aulló. Sus ojos despedian llamas.
_!Así aprenderás! Eso por lo de encerrarnos en el desván!... !Uf! Quita las manos de mi cuello. !Malas pulgas!
Jonatán se ladeó para librarse del ahogo. Alarico contemplaba la ecena con una soberana calma.
_Te lo has merecido, Sara_sentenció. Luego se volvió hacía el muchacho_: Fuí a buscaros, pero la puerta estaba abierta, y ya os habiais marchado los tres.
Carlota intervino, con tono frío:
_La señora Clamp nos abrió. Tuvimos una comida agradable; gracias a tí, claro está Alarico...
El aludido parecía fastidiado y molesto.
_!Yo lo hice! _gritó Sara_. Alarico no sabía nada hasta que le informé despues de hacerlo. Pero sí os creéis que lo siento, !vais dados! !Y volveré a hacerlo si os agarro espiándome!
Alarico miró su reloj.
_Bueno, vamos a ver. Os diré una cosa _empezó amigablemante_. Son las tres. ¿Qué os parece si vamos todos juntos a un sítio que conozco, en la calle Mayor, y allí os invito a helado o gaseosa?
_!Yuupiii! _chilló Jonatán_. Es una idea genial_aseguró, olvidándose de que la segerencia provenía del campo enemigo.
_Primero tenemos que buscar a Pedrito _concretó su hermana.
Marcharon por tanto hacía casa. Cuando estaban cruzando el patio de acceso, Alarico percebió un hilillo de humo que salía por la puerta, cerrada a medias, de uno de los edifícios auxiliares. Se detuvo, arrugando el entrecejo.
_Bien, bien, bien. Parece que algo se quema, ¿no?
Todos se apresaron a acercarse a la puerta, para mirar hacía el interior del citado local. Pedrito estaba sentado a la manera árabe sobre las baldosas desgastadas. Había organizado una pequeña hoguera con ramitas y hojas de tilo, y tenía bien sujeta sobre ella la cacerola de marras, cuyo contenido removía febrilmente con una cuchara.
_¿Qué... qué...e s... eso? _tartamudeó Carlota, quien de sobra sabía de lo que se trataba.
Pedrito alzó la vista.
_!Hola Carlota! Estoy cociendo un conjuro_indicó orgullosamente. Luego señaló con la cuchara a Alarico_. Como hacía el en la bodega.
Hubo un silencio total y prolongado. Al cabo Alarico silabeó con calma:
_Bien, creo que el pastel ha sido descubierto.

 

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Escrito por martins (Desconectado Offline), el 17 de diciembre de 2009
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A la tarde siguiente Alarico estaba haciendo girar la llave en la cerradura del desván, mientras indicaba: _No es que suponga que va a venir alguién. En esta casa todos los mayores suelen dormir la siesta los domingos de verano, ... Leer mas


 
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