I
Escrito por uneremitaenlagranvia (Desconectado Offline), el 30 de noviembre de 2007
- Buenas noches.
- Muy buenas.
- ¿Cómo ha ido el día?
- Funesto, como todos, no se podía esperar nada mejor.
- ¿Porqué?
- Nada en la vida es agradable, todos me han decepcionado, todos te traicionan.
- ¿No sales?
- Nunca, soy muy solitario.
- ¿No hay nadie que quiera estar contigo?
- Tal vez, pero hago lo posible para que se le quiten las ganas.
- Me voy a dormir, nos vemos mañana.
- Adiós.

Una conversación insustancial. Puramente insustancial. Pero la única que había sostenido con alguien a lo largo de todo el día. Tal vez sea eso lo que nos haga idealizar a alguien, que vemos en esa persona algo que no hemos sido capaces de ver en los demás, simplemente porque no supimos buscarlo, aunque ellos se empeñasen en mostrarlo.
Cuando llegó a su habitación , se quitó la ropa verde oscura, de punto de seda, con un muguete prendido en la solapa. Una ropa demasiado cara y elegante para que nadie la viese.
O si la veían por la calle, ¿de qué servía?.
Nadie le diría mirándola a los ojos lo bella que estaba, nadie se iba a parar en mitad de la Gran Vía para decirle que volviese a levantar la cabeza, puesto que era solo una chica mas.
De todas formas, si nadie tenía tiempo de parar para animarla, seguro que el próximo fin de semana encontraría otro chico dispuesto a acompañarla al servicio, organizarle otra visita a la tierra blanca y fina de la cocaína, y quién sabe si incluso suplicar rogando en silencio porque le tuviera en consideración.
Alicia se desnudó y se situó frente al espejo en el extremo de la habitación.
No podía creer lo que estaba viendo, lo había sacrificado todo, durante meses, para estar dispuesta para aquel desgraciado que ahora se marchó con un tipo. ¿Cómo que desgraciado? ¿Porqué desgraciado? En realidad deseaba que sonase de nuevo ese teléfono, y volver a sentirse tensa como un animal de la selva que acecha a su presa o siente cerca el peligro, el corazón se sale del pecho, y parece que caerá de un momento a otro al suelo, de un desmayo...
No, nunca mas volvería a sonar, o al menos no cuando el llamase.
La habitación de Alicia apestaba a perfume de jazmín.
Fué allí donde hace hoy dos años perdió la virginidad.
Adaptó sus dedos a los de él, era evidente que estaba dispuesta a sentir como es debido, le pidió que la penetrase allí mismo, y al principio él tuvo la sangre fría de aguantarse.
Pero cuando una mujer retumba como un trueno y el corazón se convierte en un tambor en el cuerpo, nada es imposible entonces, es ahí cuando existe todo el tiempo del mundo para olvidarse, toda palidez y tristeza huyen lejos.
Con las mejillas sonrosadas y los labios húmedos y brillantes, de algo debía de servir maquillarse tantas horas antes de quedar.
A él le apeteció mas apetecible que nunca, o eso pensó Alicia, y rara vez una mujer se confunde en esas situaciones.
La ansiedad y la angustia dieron paso a impaciencia y la felicidad, empezó a bajar sus labios por toda la largura de su miembro, se esforzó por hacerle algo que nunca pudiera olvidar. Sus labios se apretaban contra su miembro erguido y sus ojos le dedicaban una tierna mirada. Era la primera vez que lo hacía y se juró a sí misma que no fuera la última con él.
Luego vinieron muchas mas experiencias, normalmente la primera siempre es la peor, o eso dicen.
¿En qué fueron diferentes? ¿Qué es lo que provocó el distanciamiento? Tal vez ella dejó a un lado su sed de placeres y satisfacciones, y ejerció como una dictadora el mando, así fué en contra de su naturaleza, de la naturaleza de los hombres, claro, porque en sus vicios y costumbres, es muy difícil que cambien.

Alicia despertó, se había quedado dormida sobre la cama, desnuda.
Como cada mañana se miró a espejo y se preguntó porqué siempre le sucedía lo mismo, porqué siempre que se iniciaba algo serio en su vida, sucedía algo que lo interrumpía y le hacía desistir.
Pensó por un momento mientras desayunaba que se quedaría sola el resto de sus días. Cada día envejecía mas y siempre estaba igual, ningún hombre la soportaba. ¿Qué sentido tenía su existencia?. Ni siquiera podría tener descendencia.
Como en la casa no hay gran cosa que hacer después de desayunar y antes de ir a los estudios, se dedicó a caminar por los montes que circundaban su ciudad, como hacía siempre que necesitaba quitar tensión de su cuerpo.
Pronto llegó el mediodía y se acercó por casa para comer algo. Muy poco.
Por la noche le hubiera gustado que él la viniera a buscar, pero solo eran unos cuantos amigos.
De nuevo vuelta a empezar, mas locales, mas desconocidos, mas gente de paso.
Ni siquiera se podía mantener una conversación entre adultos en aquellos lugares.
Entretanto, la noche tocaba a su fin.
El último beneficiado de su cuerpo hizo un amago de darle un beso en la mejilla al despedirse y ella le echó los brazos al cuello, inhalando su aliento a alcohol y tabaco, las fragancias de la misma espuma de afeitar que la de su ex novio y su colonia, el aroma del mar.
Se equivocaba, él no quería nada mas allá de esa noche.

Tomó el camino de vuelta a casa sollozando en su interior, el silencio reinaba como todos los amaneceres de domingo, y se consoló lo suficiente para reunir fuerzas y levantarse del borde del bordillo en que se dejó caer, y volver a la cama.
El lunes no saldría, no volvería a aquellos lugares.

Su madre quería pasar unos días mas cerca de ella, la levantó rápidamente de la cama y le ordenó que se reunieran abajo. Pero nada pudo sacarle, salvo que no necesitaba caridad alguna. El resto del día lo pasó caminando en silencio por los pasillos de su casa, con el mismo camisón que utilizaba para dormir, estrellando sus pensamientos contra el sentido de la existencia, llena de amargura y con los ojos rotos, decidió finalmente cenar y volver a sentarse tras la pantalla del ordenador de su habitación.

- Buenas noches - Saludó el desconocido que conoció en el chat.
- Hola.
- ¿Cómo ha ido el día?
- Mi vida ha perdido todo su sentido.
- ¿Y eso?
- Tenías razón, la gente, traiciona, miente, engaña, no te puedes fiar de nadie.
- Yo pienso que solo el odio nos salva
- Ni siquiera el odio.
- No tienes porqué sentirte así por alguien que no te ha sabido valorar.
- Es que no hay nada que merezca la pena, todo es absurdo.
- Estupendo, porque entonces ahora es el momento de volver a reconstruir tu propia existencia.

Hablaron durante bastantes horas, hasta la madrugada. Ella insistió varias veces en que debía de madrugar al día siguiente. Pese a ser la segunda vez que hablaba con aquel desconocido al que aún ni siquiera había preguntado su nombre, algo la empujaba a seguir contando su vida. Tal vez el hecho de que él no estuviera presente cara a cara contribuía a que Alicia venciese su timidez y reuniese el suficiente valor para desnudar sus pensamientos y contar lo que habría deseado.
¿Podría algún día contar a alguien que se arrodilló ante él para que no la dejase?.
En apenas cuatro horas de conversación aquel desconocido presuntuoso, arrogante y solitario había conseguido mucho mas que algunos de sus mejores amigos.

 

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