¡Mierda en los zapatos!
Escrito por lobogris (Desconectado Offline), el 01 de febrero de 2008
¡Mierda en los zapatos!
Ya estaba vestido y apenas eran las seis, lo perturba ese viejo dolor de espalda y un corte pequeño en el mentón – ya es hora de cambiar de navaja – pensaba mientras se acariciaba la ardida herida expuesta al irritante “Después de Afeitar” de diez pesos, que compró en el pueblo vecino. Lo extraño del día de hoy es que lo extraño de ayer se volvió una costumbre.
- A Danna se le olvido hacerme el nudo de mi corbata, no me he tomado mi café, y todo lo veo borroso... - suspiró - está demasiado ocupada estos días – sin prisa la disculpó. La presencia de su mujer le es esquiva y su mente flota en ese lugar donde él todavía no aprendido a encontrarla.

Hoy cambió de ruta, decidió que es mejor cambiar la rutina y mirar la caballeriza primero, antes de ir a la mesa del desayuno comunitario; se hizo del sombrero, asió su perrero y atravesó la salida de la habitación mirando su cama por última vez ese día, se fijo si llevaba todo lo necesario para salir esa calurosa mañana.

Basilio, el aprendiz de domador de bestias, que a veces hacia de payaso y de cuyo rostro no se acuerda, no está a las puerta de los caballos. Decidió entrar; a primera vista todo estaba en orden – están todas las bestias, menos ese basilio perezoso – pensó.

La sensación de algo blando y pastoso debajo de los pies no le detuvo en su ruta hacia el último animal.

– ¿ya comieron mis muchachos? –

Pregunta dirigida a quienes no saben hablar su mismo idioma, no esperaba respuesta, claro.

– Ya a todos les puse de comer señor –

La voz a sus espaldas no le parece conocida y mas al girar para mirar, se da cuenta que la silueta desde la puerta no concuerda con la imagen de Basilio, al menos en la estatura. En ese momento se acordó que no llevaba puesto sus anteojos. Dedujo que era basilio.

– ¿Basilio donde estabas? –
Mostró seguridad, para que no se diese cuenta de que no le reconocía.

– Sacando el pasto sucio de ayer señor, traigo los rastrillos para el aseo –
También replicó.

– Buen muchacho, amas tu oficio, solo fíjate de quitar toda la basura, y esta noche procura que no entren los perros a dormir con los caballos, no me gustaría que se llenen de garrapatas mis cuatro muchachos, además no soporto ese olor a excremento de perro –

Caminó hacia la salida de la caballeriza.

– Señor, disculpe – lo detuvo en su intento de escape.
– No soy Basilio, mi nombre es Daniel –
– ¿y que le pasó a Basilio? – cuestiona asombrado
– No sé, llevo cuatro días en su reemplazo, abandonó el Circo… creo –
– Ah, ¿eres payaso también? Eres demasiado alto –
– Entreno los caballos solamente señor –
– ¿Cuantos años tienes? –
– Treinta señor –

Después de escucharlo, se acerco para mirarlo bien, le extendió cortezmente la mano derecha.
– Bienvenido muchacho, pero apúrate, es la hora del desayuno –

Durante su camino hacia la tolda del comedor no dejo de respirar ese asqueroso hedor, le perseguía mientras se alejaba del lugar.

Durante el desayuno mientras rezaban juntos en la mesa, esa impregnada pestilencia en su nariz le seguía perturbando, tragaba los sorbos de café y sentía nauseas; levantó la voz:
– ¿Qué es esa hediondez asquerosa? ¿No, respetan el estomago ajeno?, ¡hay que llegar pulcros a la mesa! – siguió – ¡se me fue el apetito! – lleno de furia se levantó.
Mientras todos en la mesa se miraban culpándose unos a otros sin decir nada, el se marchaba a su carpa. había estallado el viejo volcan.
– ¡Abdel! –
La voz de su esposa, no le detuvo, sin embargo ella se apresuro a alcanzarle y al oído le dijo.
– Mira tus pies antes de entrar a tu carpa –

Que voz tan dulce para algo tan vil... Tantos años encima, la falta de lentes, ese “cambiar de rutina” para cambiar un día que no había empezado bien. La presencia de su esposa ausente, todo le sabía igual en su boca.
– ¡Lo que me faltaba! – quejumbroso y amargado replica

¡Además de vivir esta vida de inmundicia, ahora también cargo mierda en los zapatos!

 

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Escrito por lobogris (Desconectado Offline), el 11 de febrero de 2008
 2 votos · Leído 54 veces · 1 comentario · Sin pasajes debajo
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