El placer del fisgón
Escrito por lobogris (Desconectado Offline), el 11 de febrero de 2008
El placer del fisgón
Danna distrae su mente envolviéndose en los asuntos matutinos, ella se ha convertido en la mano derecha de su marido, atiende aquellas cosas que por la edad olvida el viejo Abdel; ella mira los ensayos de las funciones, mientras su marido se sienta en el viejo escritorio a organizar las finanzas, él se va a acostumbrando a la fuerza a delegar sus funciones, mientras se encarga de administrar la pobreza del negocio que no va muy bien, con tanto avance y el advenimiento de nuevos tipos de diversiones a las modernas ciudades, un circo como Merlinni no ofrece mayor competencia. A pesar de todo la función debe continuar. En sus inicios, este bello hemiciclo se henchía de gentes expectantes de diversión, el circo es ahora todo suyo; cuando algunas cosas salieron mal su antiguo socio decidió dejarle solo, por encima de las dificultades Abdel no cerro su único hogar, después de todo era el único oficio que conocía, ahora tras bambalinas se dedica a contratar los actos tramitar los permisos y ese tipo de menesteres; El gran Mago Merlinni ya no extasía con sus sortilegios y suertes de magia es un viejo retirado, que ordena las cuentas.

Mientras mira el ensayo de las bestias, Danna amarra sus agonías fuera de la gran carpa. Mira a su alrededor porque siente una mirada fija incrustada sobre su ser, esa fuerte sensación de que la observan con insistencia pero no advierte peligro de si, sin embargo se acomoda mejor sus ropas y su asiento. Lejos estaba de pretenderse hermosa, sus cabellos negros, lisos y largos embellecían sus facciones morenas, hermosos ojos que habría que compararle con jaspe de color azul grisáceo que proporciona una apertura intelectual que te acerca al descubrimiento de la verdad y la belleza, o el zafiro de color blanco o azul cuando dona al poseedor un un estadio de meditación, reduciendo las corrientes negativas del espíritu.

Decide levantarse para cambiar de lugar mientras hace algunas sugerencias ala joven en escena; de nuevo esa sensación de estar a la mira le advierte, recoge con sus dedos los cabellos sueltos sobre la frente, mientras siente que se agita un poco su respiración y los latidos en su pecho, hacía mucho tiempo no experimentaba sensaciones, decide prestar mas atención a su alrededor.

Sentado a cien metros de Danna, el adiestrador de caballos prepara el sillín de jinete que se rompió en la última función, hasta ahora es sólo un desconocido que apenas lleva unos días en la familia; sin embargo sus ojos le traicionan, por mas que lo intenta no puede dejar de mirar la belleza pasiva de Danna; mientras él realiza sus labores reemplazando los nuevos cintos de cuero, se fascina mirando la forma como muerde sus labios observando a la jinete. Daniel, pecador y atrevido piensa mientras cose el cuero que es una mujer muy joven para el viejo Merlinni, para él y para todos en la carpa es una fruta prohibida; es una esbelta tentación apenas lejana para no tocarla y apenas cercana para desearle en lo íntimo,

Le clava la mirada aguda y detiene su oficio, sólo le retira la mirada cuando advierte ser descubierto. En el nuevo intento de deleitar su mirada, estrella sus ojos con los de ella.

El placer del que mira muchas veces está en lo guardado y lo secreto del suceso y en no ser sorprendido, pero otras es el ser descubierto y así lo siente, no era evidente pero ella le notó. Por espacio de segundos ella sostuvo su mirada tratando de penetrar a la mente de su fisgón, se siente febril al descubrir al pagano; él no deja de mirarle y le sonríe para destensionar el momento, la hermosa valiente se da por vencida no quiere dar malos entendido al husmeador decide retirar su mirada y no corresponder la sonrisa; aunque siente complacencia de ser admirada, rechaza sus pensamientos de mujer débil. Para ella el episodio ocurrido va más allá de un cruce de miradas, se da cuenta que por unos instantes ese carrusel de estremecimientos y el ser motivo de deseos le entusiasmó su alma, se sintió dotada de hermosura y borro de la memoria lo que la deprimía, aunque eso fuera un relámpago en medio de un oscuro cielo.

Daniel agacha la mirada y se entrega a su oficio, sin embargo su retina fotográfica le imprime la imagen de esos ojos, que por poco tiempo fueron suyos; saboreó esa mirada y se avivó también al ser escrutado, pudo notar de lejos la respiración entrecortada de su fisgada, quien le sonrió dentro de sí sin mostrar evidencia.

 

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Hasta aquí llega lo escrito para esta línea narrativa de la historia.

 
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Comentarios
calledecuba dijo:
Buena historia, sin vulgaridades.
Escrito: 6 meses atrás
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