No es el cianuro un veneno tan potente como lo puede llegar a ser un poema...
han muerto mas enamorados con versos letales que con sustancias tóxicas,
si la palabra es una espada enorme de dos filos, el verso es un arma de fuego perverso que incendia la entraña, la destroza y desangra en desamor...

De cierto las frases más mortíferas no son: ¡ya no te amo!, ¡ya no te deseo!, ¡ya no me gustas!, ¡la tienes chica!, ¡estas guanga!, ni siquiera esa tan agresiva como: ¡nunca me dejas satisfecho en la cama porque no sirves para hacer el amor ni dar mamadas!...

No Señores míos, no doncellas mías...
Hay millones de seres que preferirían una puñalada en el miocardio saludando las corronarias,
o un plomazo calibre nueve milímetros en medio de las cejas que se abra camino en el encéfalo,
a encontrarse con un hermoso verso apasionado escrito por el ser que más amamos,
aquél que nos juró que éramos todo para él,
un verso dirigido con la sinceridad indiscutible del amor incontenido,
pero a otra persona, y más si rematan afirmando que somos un estorbo entre los dos.

Por eso os suplico: antes de disparar un verso a vuestra amante,
consideren el gran riesgo de esa munición,
y no lo hagan a menos que vuestro cónyuge use... chaleco blindado...
tenga las siete vidas de un felino...
o resista el veneno como el mismo Rasputín...