Pasaje 1º
Escrito por Pedro (Desconectado Offline), el 01 de febrero de 2008

El calor empieza a ser asfixiante. Pronto tendremos que abandonar este apacible lugar e iniciar el viaje hacia el tumultuoso Norte, donde las temperaturas estarán comenzando a ser más agradables y el hielo nocturno habrá quedado atrás. Muchos de los nuestros han partido hace días; supongo que serán aquellos que vuelan hacia lugares más lejanos, en busca de un clima más suave donde poder anidar y criar a sus polluelos cómodamente y con tiempo suficiente para que éstos crezcan y se desarrollen antes de la llegada de la cruda estación invernal. Lo cierto es que cada temporada somos menos los que regresamos al Sur; muchos son los que se han establecido permanentemente en las tierras altas debido a que cada año parece que se alarga más el estío, y consideran que no merece la pena un viaje tan largo y peligroso tan sólo para unas pocas lunas. En verdad, mi pareja y yo nos lo hemos planteado en ocasiones, pero este sitio es tan hermoso y tranquilo que nos cuesta no volver durante las temporadas menos calurosas. Lamentablemente, cuando tengamos más edad, también nosotros tendremos que buscar un lugar cálido y confortable al Norte donde terminar nuestros días. O quizás antes, ya que por aquí las aguas son cada año más escasas; si continúa así llegará el día que no podamos volver, como ha ocurrido ya en otros lugares cercanos, donde en años anteriores nos reuníamos una cantidad considerable de congéneres y de otras especies y a ninguno nos faltaba el agua y el alimento.
Cuando pienso en el pasado siempre lo recuerdo con alegría y nostalgia. Al mirar atrás en el tiempo, me doy cuenta de todo lo que ha cambiado a nuestro alrededor en pocos años. Conforme pasa el tiempo, parece que la vida se vuelve más triste y gris. La supervivencia no es fácil. Me apena mucho el comprobar como la mayoría de los nuestros se han habituado a alimentarse en los sucios y pestilentes vertederos de los humanos, olvidando por completo el delicioso sabor de las tiernas culebras que reptan confiadamente por la espesa vegetación o de los pequeños e indefensos anfibios que abundaban antiguamente en las charcas, por no hablar de las escurridizas anguilas y pececillos casi imposibles de encontrar allá arriba. Me temo que pronto irremediablemente también nosotros tengamos que acudir a esos sucios lugares para poder comer algo.
Llegará el día en el que tengamos todos que habituarnos a ver nuestro brillante plumaje, negro y grasiento, impregnado de ese repugnante y nocivo humo que emerge sin cesar de las ruidosas máquinas que utilizan los humanos para desplazarse. Pobres criaturas. Es curioso, con ellos ocurre justamente lo contrario, los que habitan por estos parajes más limpios y puros tienen la piel oscura y polvorienta, mientras que, paradójicamente, los que viven bajo el cielo contaminado y sucio del Norte, la tienen clara y sin mancha; claro que suelen ir siempre bien cubiertos con vivos colores, quizás sea por eso.
Cuando pienso en la existencia que llevan estos seres tan complejos, siento mucha lástima por ellos. Se me ocurre que quizás, en algún remoto día, nosotros fuimos como ellos, antes de que la Naturaleza nos proporcionase estas poderosas alas con las que podemos desplazarnos allá donde queremos sin la necesidad de construir ruidosas máquinas que lo contaminan todo, además de la capacidad de poder alimentarnos de lo que la tierra nos ofrece, sin tener que destruir nada, ni despojar a otros seres de su sustento vital. Quizás algún lejano día evolucionen como hicimos el resto de especies y se conviertan en seres normales, capaces de relacionarse y convivir pacíficamente con los demás, respetando el espacio físico que la Naturaleza nos ha proporcionado a cada uno de nosotros, en vez de andar acaparando todos los recursos hasta terminar con ellos y desplazando al resto de las especies que habitan el planeta hasta exterminarlas u obligándolas a adaptarse a ellos y a los inmundos y agitados lugares en los que conviven, como hacen con nosotros.
Sin duda que ese día llegará; me cuesta creer que nuestra Madre Naturaleza haya podido crear una especie tan imperfecta, incapaz de volar por el ancho cielo, o de nadar por el profundo océano o de alimentarse de lo que la tierra provee, como todos hacemos. Es incomprensible que existan unos seres vivos que no puedan adaptarse al hábitat que les ha sido proporcionado sin tener que destruirlo o transformarlo, en perjuicio del resto, incluso de ellos mismos. Una especie así no puede habitar durante mucho tiempo entre nosotros, ya que terminaría devastando todo el planeta, por eso estoy convencido de que la Naturaleza, con su sabiduría, terminará transformándolos en algo mejor, porque nuestra Madre nunca se equivoca. No creo que hayan existido nunca bajo el Cielo unas criaturas tan frágiles e indefensas y a la vez tan violentas y destructivas con todo lo que les rodea. ¡Incluso tienen que fabricarse sus nidos cubiertos y bien cerrados para protegerse de ellos mismos! Es increíble, yo sería incapaz de vivir así, con tanto miedo y casi todo el día encerrado sin ver la luz del sol ni respirar el aire fresco de la mañana; ¡cuánto me alegro de haber nacido libre!
Allá arriba, en el Norte, es como si tratasen de ocultar o de matar a la Madre Tierra que les dio la vida, y sin la cual ninguna criatura podría existir. Como si eso fuese posible. Es como si intentasen sustituirla por construcciones artificiales, grises y muertas. Parece que les molesta todo aquello que es bueno e imprescindible para la vida, como la luz y el calor del sol, el aire puro que nos ofrecen nuestras amigas las plantas, la refrescante lluvia que cae del cielo o la fértil tierra que desde el principio de los tiempos nos ha acogido a todos sin excepción en su seno, proporcionándonos abundantes alimentos y una segura protección. Cuándo comprenderán que la vida sólo se abre camino entre la vida, nunca sobre la muerte.
No entiendo cómo han podido extenderse hasta ocupar todo el planeta, convirtiéndose en la mayor plaga que se ha conocido jamás sobre la Tierra. Afortunadamente, aquí en el Sur, los de piel oscura parece que muestran mayor respeto por la Madre Tierra, permitiendo que otras especies, como nosotros, podamos convivir en paz en los lugares donde siempre lo habían hecho nuestros antepasados, en lugar de ocuparlo todo con esos enormes y horrendos nidos que construyen en el Norte, donde viven todos agolpados y sin apenas libertad. No me extraña que tengan un carácter tan irascible y perturbado. Mi pareja opina que aquí no han llegado a esos extremos porque casi todos fallecen antes de poder hacerlo; según dice, ha observado que en estas tierras los humanos viven menos tiempo, y por eso no pueden perderlo en laboriosas construcciones que no van a poder disfrutar. No sé si será así, pero lo cierto es que cuando sobrevuelo sus nidos se puede oler el silencio que precede a la muerte y sentir la tristeza que impregna a los que pierden a los suyos de forma trágica y prematura. Esto no ocurre en el Norte; allí sólo huele a humo y a suciedad, y el constante murmullo que agita el aire, convirtiéndose a determinadas horas en una algarabía atronadora, es claro indicio de que la vida prevalece. Aunque quizás allí hayan encontrado la manera de ocultar de la vista a la inevitable muerte, restándole así la importancia que merece; de esta forma pueden vivir sin tenerla presente y sin temerla, de ahí que muestren constantemente esa falsa arrogancia que les hace creer que son superiores a los demás seres vivos, incluso a sus congéneres sureños.

Apenas va quedando agua clara en esta charca; se acerca la hora de levantar el vuelo. Me pregunto cómo se las arreglarán durante la época calurosa las hembras humanas que acuden hasta aquí al levantar el sol a recoger el agua que necesitan para vivir. Supongo que tendrán que dirigirse hacia otros lugares más alejados. Hay que reconocer que tienen mérito; con lo fácil que sería trasladarse a donde abunden más recursos, como hacemos nosotros. Claro que ellos no lo tienen tan fácil, la Naturaleza no les ha proporcionado las formidables facultades con las que contamos nosotros. De hecho suelen intentarlo a menudo; cada vez que volamos sobre el profundo océano al terminar una estación y comenzar otra, nos convertimos en testigos de excepción al comprobar como muchos de ellos intentan seguirnos por mar, sobre frágiles trozos de madera de árbol en forma de cascarón. La mayoría suelen perecer en el intento, cayendo al agua y ahogándose, terminando así con una penosa existencia. Siento una impotencia terrible al verlos luchar con desesperación contra las olas y la muerte, sabiendo sobradamente que no tienen esperanza alguna de sobrevivir. Es lo que ocurre cuando se intenta vencer a la Madre Naturaleza con tan escasa preparación.
Pobres; siento mucho lástima por ellos. Es entonces cuando me doy cuenta de lo afortunado que somos al disponer de los medios adecuados para huir del hambre y poder dejar atrás la desesperada lucha por la supervivencia. Algún día también ellos podrán hacerlo.
Siempre me quedará la duda sobre qué fortuna les esperará a los que consiguen llegar al otro lado. Pienso que se deben de llevar una gran desilusión al ver el lugar donde se han metido y, para colmo, no creo que les quede muchas ganas de volver a su tierra después de una travesía tan arriesgada y peligrosa. Para nosotros es diferente, siempre tendremos nuestros nidos esperándonos, e incluso algunos más, ya que por día vamos quedando menos. Pero lo de ellos es una locura totalmente incomprensible, sólo viajan desde el Sur hacia el Norte, con lo que, tarde o temprano, allá arriba terminarán de forma irremediable con los recursos que tengan para vivir, por no contar con el poco espacio que les va quedando. Nunca lo entenderé.
Lo curioso es que en los lugares donde no necesitan desplazarse porque abunda el agua y los alimentos, son capaces de construir fuertes y robustas máquinas con las que viajar por todo el ancho mundo, tanto por los aires como por el océano, aunque no las necesiten. Quizás es que al estar mejor alimentados sean también más habilidosos, o quizás sea que mi pareja tenga razón y los de aquí sientan que les falta el tiempo como para ponerse a fabricar costosas máquinas, que les llevaría a desperdiciar muchos recursos que no poseen.
No lo sé, pero sea como fuere es penoso comprobar cómo unos seres pierden la vida por buscar algo que tantos otros poseen y no aprovechan. Me refiero a la libertad de poder desplazarse por donde quiera y sin embargo elegir para vivir un lugar ruidoso, mugriento y contaminado, en el que apenas se puede respirar, en vez de marcharse a cualquier otro más limpio, donde el aire sea fresco y puro y la Naturaleza, en todo su esplendor, ofrezca gratuitamente todo aquello que se puede necesitar para llevar una existencia pacífica y confortable, hasta el fin de nuestros días. Nosotros somos muy afortunados al no necesitar construir nada para vivir libre y cómodamente, aparte de nuestros nidos, claro está. Estas criaturas humanas deben soportar una pesada carga teniendo que estar continuamente fabricando cosas para poder vivir medianamente bien; al menos nuestra Creadora ha sido complaciente con ellos dotándolos de habilidades manuales mientras no adquieren la inteligencia necesaria para aprender a subsistir libres de agotadoras obligaciones, como en su día hizo con el resto de especies vivas que pueblan la Tierra.
Como dije antes, será cuestión de tiempo que la Madre Tierra los dote de la suficiente inteligencia como para poder sobrevivir a ellos mismos. Sin duda alguna debe ser una especie nueva en este planeta y aún no ha transcurrido el tiempo necesario para que desarrollen la capacidad de aprendizaje y el instinto que el resto de los seres que poblamos el mundo poseemos desde tiempos inmemoriales. No me cabe la menor duda de que algún día aprenderán a reproducirse de forma sensata y controlada, como todos hacemos, eligiendo la mejor época del año para hacerlo y el número de crías justo y necesario. Algún día comprenderán que la mejor manera de dominar el mundo no consiste en aumentar indefinidamente la cantidad de individuos, sino en guardar en todo momento la justa proporción entre personas, espacio y recursos.
Aunque pensándolo bien, ¿quién necesita dominar el mundo? Afortunadamente, el resto de las especies aprendimos hace tiempo que es inútil e innecesario intentar prevalecer sobre el resto, ya que nuestra Creadora siempre termina demostrando su poder y poniendo a cada uno en su sitio. Es mucho más ventajoso para todos adaptarse e integrarse en el planeta, con sencillez y humildad, confiando en que la Madre Naturaleza provea, como siempre ha hecho. Espero que estos humanos aprendan pronto esta importante lección, antes de que sea demasiado tarde para nosotros y para ellos mismos. De hecho, para muchos ya lo ha sido, aunque supongo que eso forma parte del aprendizaje. Nuestra Madre es dura e implacable con todos aquellos que se le oponen e intentan conquistarla, pero también es justa y comprensiva, y algún día les enseñará quién manda aquí y los acogerá gustosamente con los brazos abiertos.
Lo que soy incapaz de entender es cómo es posible que se reproduzcan con tanta facilidad, teniendo en cuenta la forma tan brutal y desagradable con que han sido dotados para el apareamiento. Ayer tuve la oportunidad de observar de nuevo una de estas violentas uniones; ocurrió cuando una de sus hembras de piel oscura se acercaba a recoger agua como de costumbre y varios machos, cubiertos del color de la vegetación, le cortaron el paso y la montaron uno detrás del otro, mientras ella gritaba y lloraba desconsoladamente, al tiempo que se agitaba compulsivamente intentando librarse de ellos. No lo puedo entender; los machos no pierden el tiempo luchando entre ellos por ella para demostrar quién es el más fuerte, ni realizando un pequeño cortejo de acercamiento o algo parecido; simplemente la toman a la fuerza aprovechando su mayor número y luego la abandonan a su suerte, después de haber sido fertilizada por todos, de esa forma se aseguran la reproducción. Eso si la futura madre consigue sobrevivir, porque el estado en el que la dejan no parece muy saludable. Es la única especie que conozco en la que el macho no se preocupa de que sea su descendencia la que prevalezca sobre el resto. Es otra muestra más de lo que decía antes: para ellos es más importante la cantidad de individuos que la calidad de los mismos. Sin duda es una especie extraña y llena de contradicciones.
También en el Norte parece que esto es diferente. Será porque allí no abundan tanto los machos cubiertos del color de la vegetación, al contrario de lo que ocurre por aquí. Éstos parece que son los dominantes dentro de la especie, no porque sean más fuertes, sino porque poseen esos artilugios atronadores que fabrican, y que les permite decidir quien vive y quien muere. O quizás sí que sea igual, solo que al estar todos sus refugios cerrados no podamos verlo.
Por cierto, me pregunto cómo encontraremos esta temporada nuestro nido. Normalmente suele acabar bastante maltrecho tras la estación invernal. Supongo que, como de costumbre, tendremos que dedicar los primeros días a rehacerlo. En el Norte no suele haber problemas por anidar, allí abundan las construcciones altas y robustas fabricadas por los humanos; lo difícil es encontrar un lugar tranquilo y alejado de ruidos. El nuestro se ubica sobre uno de esos que utilizan para reunirse muchos de ellos en días determinados. No sé qué harán dentro. Mi pareja suele decir que se ocultan del Cielo y de la Tierra para que éstos no los oigan conspirar contra ellos.
Lo que sí que suele ser difícil por allá arriba es la alimentación. Cada año resulta más complicado hallar parajes naturales donde poder encontrar sabrosos y confiados reptiles que llevar al estómago. No es de extrañar que muchos de los nuestros se hayan resignado a acudir a esos inmundos sitios donde los humanos echan sus desperdicios para poder comer algo y, sobretodo, poder alimentar a sus crías. Como dije al principio, también nosotros tendremos que acostumbrarnos tarde o temprano a rebuscar entre la basura, qué remedio.
Lo lamento mucho por nuestros polluelos; al menos nosotros hemos tenido la envidiable oportunidad durante nuestras vidas de disfrutar de largas temporadas con temperaturas suaves y agradables, anidar en lugares salvajes y maravillosos, colmarnos con abundante y suculenta comida, saciar nuestra sed con agua fresca y limpia, respirar aire puro y libre de polución y gozar de una paz y una tranquilidad que por día se echa más de menos. Los que nos sigan tendrán que habituarse desde el día de su nacimiento a llevar esta penosa vida a la que los humanos nos han conducido, entre ruidos, humo, aire viciado, basura, aguas putrefactas y comida muerta. Lo ideal sería no mostrarles en ningún momento estos parajes idílicos y naturales del Sur que aún van quedando, de esa forma nunca podrán echarlos de menos cuando desaparezcan del todo. No me extrañaría en absoluto que también estos seres bípedos sean los responsables de que cada temporada estival sea más tórrida y seca por estos lugares. Aunque pensándolo bien, creo que estoy exagerando, es imposible que dispongan de facultades tan increíbles como para poder controlar también el medio ambiente hasta esos extremos.
Debe de ser humillante para algunas de las especies depredadoras que habitan por aquí cerca, mucho más fuertes y poderosas, el verse dominadas y obligadas a vivir en espacios reducidos y controlados, por estos otros más débiles y frágiles. Supongo que de no ser por esas potentes varas que poseen, capaces de escupir fuego y matar al instante a cualquier ser vivo que se les oponga, o simplemente se les antoje, no les irían tan bien las cosas. Lo sorprendente es que las utilicen incluso contra ellos mismos, como en muchas ocasiones hemos podido comprobar por estos parajes. Claro que gracias a ese incomprensible comportamiento, las demás especies gozamos por aquí de una mayor libertad y tranquilidad, y de más lugares salvajes donde poder establecernos y alimentarnos. De no ser así, ocurriría como en el Norte, terminarían acaparándolo todo para ellos, expulsando al resto de las especies u obligándolas a adaptarse a su ambiente. A veces, la Madre Naturaleza tiene formas extrañas de establecer su dominio.
En fin, será mejor que vaya al encuentro de mi pareja; debe de andar desesperada buscándome. También ella se resiste a abandonar este sitio. Es comprensible. Pero el calor asfixiante y la escasez de agua limpia son insoportables para cualquier ser vivo. Pronto estaremos volando por el infinito cielo, sin que exista en el mundo nada ni nadie que nos lo pueda impedir. El viaje será largo y cansado, como de costumbre, pero nosotros disfrutaremos como siempre lo hemos hecho, viendo bajo nuestras cabezas como van quedando las montañas, los ríos, los bosques y los mares. También ellos sonreirán al vernos pasar, y dirán “volad, volad, que cuando vuestro tiempo acabe, nosotros seguiremos aquí, imperturbables, viendo pasar a otros como vosotros que habrán perdido para siempre vuestro recuerdo y vuestra memoria, tal y como os ocurre a vosotros con los que os han precedido”.
Así es; aunque estoy seguro de que también a ellos les llegará algún día el final de su tiempo, porque algo me dice que, en este mundo, desde lo más ínfimo y pequeño hasta lo más grande y poderoso, todo lo creado bajo el Cielo tiene un principio y un fin, al igual que un propósito que cumplir durante sus días. Nuestra Madre Naturaleza nos ha colocado a cada uno de nosotros sobre esta tierra con unas sabias intenciones que sólo Ella conoce y, de la misma manera, también Ella se encargará de hacernos desaparecer cuando lo crea conveniente. De ahí lo importante que es para todos llevarnos bien con todo lo que nos rodea e intentar seguir el curso que nos marcan las leyes establecidas desde el principio de los tiempos por nuestra Progenitora, con sus ventajas e inconvenientes, ya que sólo así lograremos realizar con éxito la finalidad para la que hemos sido engendrados, y nuestra Madre será, por tanto, benévola con nosotros, amparándonos en su seno, dándonos cobijo, alimentos y protección y, sobretodo, proporcionándonos el bien más preciado a que cualquier criatura puede aspirar: la libertad, algo que sólo es posible conseguir siendo respetuoso con el medio ambiente y con todas las criaturas que en él habitan, y viviendo con la mayor humildad y sencillez que nos permita nuestra condición.
De lo contrario, es seguro que nuestro final será trágico y prematuro, porque, como ya he dicho, la Naturaleza es vengativa y despiadada con aquellos que se enfrentan a su infinito poder, y resulta imposible escapar a su ira ni evitar su castigo una vez que la tenemos en contra.
Así es que, con toda probabilidad, mañana partiremos hacia el Norte, ya que así es como debe ser. Allí es donde tendremos y criaremos a nuestros polluelos, como siempre ha sido, al igual que en su día hicieron nuestros padres con nosotros y, espero, algún día hagan nuestras crías con los suyos. Claro está, siempre que a nuestra Madre Naturaleza le parezca bien.
- FIN -

 

 
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