Retro
Escrito por nemo ( Offline), el 02 de febrero de 2008
Retro Era una sensación extraña. Sentado sobre la pequeña barda de piedra de cantera, aspirando hasta por los poros el olor fresco del eucalipto y observando como el día moría detrás del volcán, recordaba tiempos menos agitados. Era inevitable no sentir melancolía ante tal espectáculo. Con los codos apoyados en sus rodillas y las manos juntas al frente, Andrés pensaba: ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que se sentó ahí?, ¿Con quien estuvo ese día?... ¿Acaso diez años habían pasado?, ¿o mas? Eran pensamientos borrosos que dolían y que por mucho tiempo escondió en lo mas empolvado de su cerebro con un letrero de advertencia: ¡Aguas!, duele. Pero ahora se habían sacudido el polvo y parecían recién bañados y listos para salir. --Fue con Antonio pensar en voz alta se le daba muy bien. Antes de que su vida se volviera opaca tuvo un hermano tres años menor que él. En realidad no compaginaban demasiado. Antonio era ordenado y Andrés no. En esa pequeña diferencia radicaba su distanciamiento hasta el grado de ignorarse por completo. La noche anterior al accidente habían platicado muy bien sentados en el parquecito de siempre y hasta bromearon un poco. _ ¿Qué dice la Pelaez?__ le había preguntado a Antonio. __ Ahí anda queriendo con mis huesos, pero ya sabes que no soy tan facilote y me hago del rogar__contestó seguro y sonriendo. __ ¡Cálmate galán!... __ __ Aparte está media gorda y nel, paso sin ver. __ ¡Ah chinga!... ¡tenemos en la familia a un verdadero chico streeper__ Los dos rieron de buena gana durante un rato. Ese era un buen momento con Antonio. Luego, el destino apareció; es lo que su Mamá repetía cada vez que le tocaban el tema y no quería quebrarse; aunque después, sola en su recamara, soltaba contra la almohada toda su furia y dolor. Andrés también lo había hecho en muchas ocasiones Una leve corriente de aire frió le entro por un costado del cuello, como una pluma tersa y sintió que lo regresaban de su ensoñación de un tirón. _Parece que se va a poner gruesa la niebla._ Andrés dio un pequeño salto en su lugar y volteó a la derecha. Al parecer había estado ausente el tiempo suficiente para que un muchacho, escasos 14 años, se sentara junto a él sin que lo notara. No supo que decir y esperó unos segundos para que su corazón dejara de correr por su torrente sanguíneo. __ Te asusté, ¿verdad?__ la voz venía impregnada de unas disculpas cautelosas. La cabeza agachada y casi escondida entre la sombras. __ La verdad que si pero no te preocupes__ Andrés sopló entre sus manos y se incorporó. __ ¿Vives por aquí?__ preguntó tratando de hacerle ver al niño que en realidad estaba bien. __ No se, creo que si__ __ ¿Cómo puede ser eso?__ Como respuesta recibió un encogimiento de hombros. __ ¿Cómo te llamas?__ __ De mi nombre solo recuerdo que empieza con __ el joven pensó unos segundos. __No lo recuerdo__finalizó. A Andrés le pareció muy gracioso ese detalle y sonrió de buena gana. __ Entonces estas perdido mi hermano__ bromeó. __Eso creo __ No fueron en si esas dos simples palabras las que estremecieron a Andrés, si no la enorme desesperanza con la cual fueron pronunciadas. __ ¿no me estas viendo la cara, verdad?__ La luna reflejaba entre las nubes hilos de seda que parecían vibrar con el viento. __ No señor, no podría__ levantó la cara y lo miró. Andrés sintió subir por su cuerpo una legión de hormigas que lo iban picando y entumeciendo a un mismo tiempo. Los ojos divagaron entre la izquierda y la derecha mareándolo. Tuvo que buscar con una mano dormida la barda donde había estado sentado y asirse a ella con fuerza ya que sentía que poco faltaba para que la banqueta lo recibiera con su abrazo de hormigón. __Te pareces a __ Andrés tuvo que sentarse ya que las piernas se le volvieron dos ligas de resortera. __ Usted también se me hace conocido__ __ Pero, pero ¡No puede ser!__ Lo primero que se le ocurrió fue buscar en la bolsa de su pantalón la billetera. Rebuscó entre notas de lavandería y ticket de cajero automático hasta que la encontró; ahí estaba esa vieja foto de Antonio abrazando a dolo con el brazo derecho y en el izquierdo cargando a Leopoldo. Con una mano temblorosa le extendió al joven la fotografía. Mientras éste la observaba con expresión de asombro creciente, Andrés regresó a sus dieciocho años: al día en que Antonio se fue. __La tarde era calurosa y tranquila en su casa. Su Papá dormitaba en el sillón de la sala, su Mamá preparaba algo en la cocina para la cena y él estaba viendo El hombre increíble cuando se oyeron ruidos en la calle. Autos estacionándose enfrente de su cochera. Él fue el primero en salir a ver quienes eran esas personas. Vio que se bajó de una camioneta un hombre delgado y bajo de estatura que le preguntó si estaban sus padres; el contestó que si y le gritó a su mamá. Después, los observó irse hacia la sala.. Su Papá despertó y pidió disculpas. Él se metió a la cocina tratando de escuchar algo, porque de lo que venía hablar ese señor, algo era importante. No alcanzó a escuchar mucho hasta que su Mamá comenzó a sollozar, primero muy quedo y después a grito abierto. Él se asomó y vio a su Papá abrazándola, tapándole el rostro con su pecho. Ella temblaba y parecía buscar meterse en el tórax de su Padre que también lloraba en silencio. Luego, el señor malas noticias se marchó dejando a sus padres solos en la estancia. ÉL salió de su escondite preguntó que pasaba y fue cuando supo que se había quedado sin hermano menor. Antonio había ido con sus compañeros de la escuela a una excursión a un lugar llamado el Pozorron; era una especie de río angosto con una cascada de cuatro metros de altura que caía a una fosa profunda y de ahí se volvía a estrechar. Era sábado y se fueron temprano porque querían ganarle a la niebla que en esas fechas, era densa e inundaba todo desde antes del atardecer. No se enteró de todo hasta el día del funeral. Gustavo, uno de los amigos de Antonio que también estuvo en el accidente le platicó todo: Íbamos entrando a la curva de la barranca de San Isidro cuando el camión coleó muy gacho y todos nos fuimos hacia la izquierda cayéndonos encima maletas y cosas que traíamos de regreso; después el chofer gritó quien sabe que cosa y todo el carro se ladeo a la izquierda y se volteó. Yo reboté por todos lados hasta que salí volando por la ventana; no me acuerdo que pasó después. Desperté cuando me levantaban unas personas que vivían por ahí cerca y fue cuando vi a Tolin acostado en el pavimento de la carretera algo alejado del camión que estaba patas arriba como a cien metros. Estaban sacando a algunos que todavía estaban dentro del auto bus. Me llevaban cargando y pasaron a una lado de tolin su cráneo estaba aplastado y su cara era un globo desinflado, entonces yo __ __ ¿Por qué no recuerdo esa foto?__ Andrés sintió como si estuviera su cuerpo amarrado a un hilo y lo hubieran dejado volar un rato para después jalarlo con brusquedad hacia abajo. __ ¿Que?__la pregunta salió de su boca casi sin que se diera cuenta. __ ¿Por qué tiene usted esta foto mía?__ Pensó un momento la respuesta __ En la fotografía tenias quince años y fue tomada hace doce __ Andrés sentía las palabras pesadas como balines de acero. __ ¿como puede ser eso?__ __ No lo sé pero te estoy viendo y eso si que lo sé__ La noche había caído sobre de ellos como un telón de teatro después de una obra larga y tediosa. El viento formaba pequeños remolinos de niebla al centro de la calle y susurraba secretos etéreos en las copas de los eucaliptos. El viejo parque parecía preguntarse lo mismo que Andrés y su hermano: ¿Cómo puede ser eso? __ Te he extrañado tanto, Antonio__ Andrés lo abrazó con fuerza mientras sentía que todo su cuerpo lloraba a la par que sus ojos. Al sentir el contacto con el cuerpo de su hermano, muerto o no, sintió que giraba en un torbellino de recuerdos y por un momento sus mentes que mezclaron mostrándole imágenes que creía haber olvidado (enterrado) por completo. Algo negro y sucio se desprendió de su pecho y lo hizo sentirse más liviano y aliviado. Tal vez fuera una armadura pesada que había cargado hace ya muchos años. El abrazó duró millones de recuerdos y cuando al fin se soltaron vio la luz del entendimiento en el rostro de su hermano empañada por gruesas gotas llanto. __ ¿Por qué?, Andrés ¿Por qué me fui antes de crecer?__ Antonio sollozaba con dolor. __ No se, Tolin, no lo sé__ Andrés secó con el canto de las manos sus mejillas. __ Yo los vi sufrir mirándome acostado en esa caja café. Dios sabe que traté de abrazar a mamá para decirle que no era yo ese cuerpo maquillado; que yo estaba a su lado ¡pero no podía! Por mas que gritaba no me escuchaba. Después te busqué y tampoco logre que me oyeras. Intentaba agarrarte de los hombros pero mis manos te atravesaban y me sentí totalmente perdido en un mundo sin sonidos. Luego, del techo de la habitación empezaron a caer unas esferas plateadas que rebotaban por las paredes. Logré esquivar como tres pero cayeron más y más. Cada vez que entre ellas chocaban se iban haciendo mas grandes hasta que llegó a ser una masa esférica enorme que me impactó y me succionó hacia un lugar vació. Entonces los deje de ver. Mi memoria se cubrió con lo plateado de esas bolas y cerré los ojos.__Antonio habló de corrido y rápido. Atento, Andrés escuchó todo sin hablar. El viento que les pegaba de frente en la cara había secado por completo sus lágrimas, ahora el parecido entre los dos era asombroso. __ Al abrir mis ojos, vi como la esfera que me aprisionaba se empezó a fracturar; primero unas cuantas quebraduras en la parte mas alta y después se desplomó a mis costados como un cascaron de huevo. Afuera había una persona, más alta que yo, que me ordenó acercarme y pues obedecí. Creo que no tenía de otra; a mi alrededor no había nada, solo oscuridad y esta figura irradiaba una luz blanca muy bonita que me dio paz. Me habló en la cabeza, si, así fue, nunca vi que se le moviera la boca sin embargo su voz sonaba fuerte en mis oídos y en todo mi cuerpo. Me dijo que debía regresar y tratar de esconderme del destellante hasta que transcurriera mi tiempo retro y si lo lograba volvería.__ Pensó unos segundos y concluyó__ ¿A dónde? ¡Quien sabe! Después, puso su mano en mi frente y giré como un trompo a una velocidad muy gruesa y aparecí aquí. Creo que no me acordaba de nada porque aún estaba mareado__ Andrés tenía la boca seca y abierta. Su hermano fallecido había aparecido, después de doce años, de la nada junto a él en el parquecito de siempre contando una historia de verdadera fantasía. Tenía derecho a estar pasmado, ¿no? __ ¿El destellante?__ __ Si y trae una especie de espada__ calló un momento__ debo cuidar mi cabeza_ finalizó. Se quedaron en silencio los dos. Andrés no asimilaba todo tan rápido. Se sentía desubicado. El mundo se había movido hacia un lugar plagado de preguntas extrañas que requerían respuestas aún más raras. La lámpara del alumbrado público que estaba en la esquina del parque chisporroteo lanzando chispas al suelo. Una bola de electricidad se paseó por los cables de alta tensión en un vaivén pausado para después arrojar un destello de luz, como un relámpago sin sonido, que se enterró en el pavimento al centro de la calle a unos cinco metros de distancia de donde se encontraban parados. La luminaria se apagó unos instantes y después volvió a encender. Antonio se quedó mirando el lugar en donde había caído el rayo y comenzó a temblar. __ ¡Debemos irnos Andrés!__ gritó asustado. Fue cuando Andrés creyó haberlo visto todo. De la mancha negruzca que había quedado en el concreto se comenzó a levantar una masa incandescente que se estiraba y se encogía a intervalos expulsando pequeños destellos amarillos. De repente, se partió y emitió un resplandor tal que hizo que Andrés cerrara los ojos y pusiera sus manos encima de ellos temiendo se le fueran a derretir. Cuando al fin pudo abrirlos, vio una silueta erguida frente a ellos. Era un ser con vestimenta oscura, no obstante que algunos rayos de luz aún levitaban alrededor de su cabeza. Traía un sombrero que le hizo recordar las películas viejas de los hermanos Soler; las manos escondidas dentro del enorme gabán que casi le arrastraba y una barba que parecía cubrirle todo el rostro a excepción de los ojos que le brillaban como dos flamas de quinqué. Andrés no sintió a su hermano al lado y volteó con rapidez hacia sus costados para ubicarlo. Lo miró correr por las escaleras que bajaban al parque y regresó su mirada hacia el hombre de negro que ya comenzaba a avanzar. _ ¡No lo vas a agarrar!__ se interpuso en el camino del ser. Trató de sonar desafiante pero su voz se quebró en un gruñido alto. Las flamas de los ojos del ser se avivaron como si por dentro estuviera relleno de gas y hubieran abierto la llave de paso. No se detuvo. Andrés cerró el puño al igual que los ojos y descargó éste con toda su energía al rostro lleno de sombras que parecía no inmutarle su presencia. Su golpe dio contra una superficie blanda y ahí se quedó pegado. Abrió los ojos y vio su mano sumergida en una especie de gelatina fría que envolvía al ser como una burbuja protectora. Trató de sacarla de ahí pero no pudo. Comenzó a sentir hormigueo en el brazo y después en todo el cuerpo, como si lo estuvieran llenando de electricidad. Casi podía oír que se le quemaban las venas. Después, se sintió arrojado con brutalidad hacia un lado golpeando con la espalda algo que lo detuvo. Casi perdió el conocimiento. Sentía sus pulmones vacíos; trataba de inflarlos pero no podía. Algo crujió en su pecho y logró dar una gran bocanada de aire. Su vista se aclaró y miró alrededor suyo. Estaba sentado sobre la banqueta con la espalda apoyada en una barda al otro lado de la calle. _ ¡Me lanzó hasta acá!__se incorporó con dificultad con el corazón gritándole en los oídos. Observó con estupor, como lo haría un corredor al iniciar una carrera, al ser poniendo una rodilla en el suelo y brincar hacia un poste de alumbrado que se encontraba en la primera plataforma del parque convirtiéndose, al mismo tiempo, en un destello azulado y desapareciendo dentro de él. La bombilla explotó con un sonido amortiguado aunque siguió alumbrando un poco más tenue. Los cristales rebotaron en el césped en una zona que ya no alcanzó a ver. Le gritó dos veces a Antonio. Nada, la noche engullía su voz. Comenzó a caminar; trastrabilló un poco. La espalda le aullaba en estocadas. Con gran esfuerzo llegó al inicio de las escaleras que descendían al parque. Escudriñó la oscuridad pero no encontró rastros de su hermano. Otro farol que se encontraba a su izquierda explotó también. _ ¡Se transporta con la corriente eléctrica!__ empezó a bajar las escaleras inclinándose para apoyarse en la pequeña valla de piedra que servía de barandal. En el cielo, las estrellas no brillaban escondidas detrás de las nubes y el viento frío le musitó lamentos helados. Se estremeció y sus entrañas se contrajeron en su abdomen formando un nudo gordiano. No quería volver a gritar temiendo delatar el escondite de Antonio. Pero al final lo hizo. Mas que un grito trató de que fuera un susurro arrastrado, casi confidencial. No obtuvo respuesta. Los eucaliptos sacudían sus ramas como si fueran aplausos de una multitud lejana que vitoreaba su llegada. _ ¡Ahora resulta que tengo público!__ ese pensamiento lo hizo sonreír un poco y avanzó por la franja de concreto que servía de vialidad entre la negrura y los árboles. Otra lámpara detonó en algún lugar mas al interior del parque que no alcanzó a reconocer. De pronto llegó un silencio que dolía. Solo su respiración agitada y el martilleo de su cabeza eran audibles. Un sollozo apagado cruzó por sus oídos como una saeta veloz. Le pareció que provenía de una maraña de matorrales que se encontraba a su derecha. Caminó en esa dirección con cautela tratando de aguzar sus sentidos al máximo. Volvió a escuchar un balbuceo un poco más fuerte y constante. El sendero estaba tapizado de hojas secas que crujieron bajos sus pisadas. Se encontró frente a un arbusto con flores moradas (que identifico como una bugambilia) que trenzaba sus ramas formando una telaraña de hojas y espinas. Debajo de este pabellón herbal, sentado con las piernas recogidas en su pecho y los brazos rodeándolas estaba Antonio. Sintió que el nudo de su estómago se desataba un poco. Retiró algunas ramas de su camino y sentó junto a él. _ ¡No dejes que me haga daño!__ La voz de Antonio había cambiado; de ser la de un joven entrando a la adolescencia ahora sonaba mas infantil. _No, Tolin; no lo voy a dejar acercarse a ti._ Con su mano derecha le acarició la cabeza con ternura. El gorro de la sudadera se la tapaba por completo. Antonio se le abalanzó en un abrazo desesperanzado y comenzó a llorar. Andrés lo estrujó contra su pecho y lloró también. _ ¡Quiero crecer Andrés!, ¡quiero crecer!_ _ ¡Lo sé, Tolin! De alguna forma lo vamos a lograr_ las lágrimas le empañaban la vista y le escurrían por las mejillas doce años de tristeza. La vida después de todo no era mala; le había dado una oportunidad de ayudar a su hermano y sentir que los dos se necesitaban. Agradeció al cielo en silencio. Algunas luciérnagas iluminaban los arbustos circundantes mientras los árboles se balanceaban con ritmo semi lento crujiendo sus bases como tratando de emular el sonido de los grillos que cantaban sin cesar. Andrés escuchó todo eso y sonrió. __ ¿Qué hacemos?__ La pregunta lo sacó de su ensoñación. __ Hay que moverse de aquí Tolin __ Se incorporó y jaló a Antonio fuera de su escondite. Volvieron a estar en el sendero de concreto. Caminaron con sigilo buscando atravesar la explanada principal por un costado y no dejarse al descubierto demasiado ya que no contaba con árboles ni matorrales. Andrés notó que la mano de Antonio la cubría la manga de la sudadera. Entonces paró un momento y miró a su hermano. Notó una considerable diferencia de estatura. Le quitó el gorro y se quedo mudo. La cara de Antonio era la de un niño de escasos nueve años; su cuerpo se perdía entre la tela y los pantalones se le arrugaban en los tobillos. _ ¿Puedes correr así?__ tenía todo un libro de preguntas en la mente que exigían una respuesta pero solo se le ocurrió esa. _Creo que si__ la voz de Antonio se oyó muy queda y asustada. _ ¡Sale pues! Vamos a hacer esto: cruzamos la canchita corriendo y pegando la espalda en la barda alta de ahí_ señaló al fondo de la explanada donde las luces del alumbrado no llegaban a iluminar__ después te subes a la jardinera que sigue y brincas a los juegos y esperas que haga lo mismo yo. Preferiría que te metieras debajo del pasamano de madera. ¿Me entiendes?__ Andrés estaba acelerado y temía que no le hubiera captado todo lo que le dijo. Antonio asintió con la cabeza. _ ¡A la cuenta de tres! ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!__ Andrés le dio un pequeño empujón por la espalda a Antonio y éste comenzó a correr. Lo vio llegar a la barda final y recorrerla como le ordenó que lo hiciera. El problema llegaría cuando Antonio saltara para la parte donde estaban los juegos. Entre la explanada principal y el área de juegos había un desnivel de metro y medio, lo cual, ya no le permitiría vigilarlo desde su posición. Solo eran quince metros de distancia. Casi nada o todo. Antonio saltó y dejó de ser visible. Andrés esperó un momento. Dos faroles que se encontraban cerca de la salida (como a diez metros de los juegos), comenzaron a zumbar como licuadoras para explotar lanzando chispas a la noche; una bola de luz inició un recorrido por los cabes de interconexión. Se desplazó de derecha izquierda dos veces, después se separó en dos esferas luminosas que cuando llegaron a las luminarias salieron de ellas en forma de rayos amarillos que se enterraron en el suelo fuera de la vista de Andrés. _ ¡ya lo vio!_ ese afirmación tronó en la base de su cráneo como si un avión hubiera dejado caer un mortero. El tiempo se hizo escurridizo y pastoso. La noche abrió su caparazón oscuro y por un momento Andrés pudo ver el universo en vivo y a todo color. Estrellas fulgurantes, planetas con colores que en su vida sabría como describirlos; grandes manchones blancos que amalgamaban sistemas completos que latían y respiraban como corazones descomunales de civilizaciones añejas y temibles. El secreto del cosmos estaba al alcance de sus ojos cansados; al alcance de su entendimiento, solo tenía que dejar que pasara el tiempo ¡si! ¡Eso era todo!... y era tan fácil esperar contemplando ese espectáculo. Podría estar ahí años, siglos, milenios enteros visitando todos y cada uno de los mundos increíbles que abrían sus puertas cósmicas y lo dejaban echar más que un vistazo, ser parte de ellos en una conexión interestelar __ ¿Y Antonio?__ Observó como un hoyo negro absorbía una galaxia entera y la transportaba a otro lugar remoto. En su mente invadida por tanta belleza se coló un recuerdo como una diminuta araña Le dijeron que no apartara la vista del techo del aquel galerón semiiluminado; que lo que vería iba a ser todo un suceso. Las luces se apagaron por completo y le dio un poco de temor. Comenzó a sonar una máquina en algún lugar cerca y de pronto el cielo se abrió. Una voz encajonada comenzó a hablar. Explicaba que aquella bola roja que se encontraba a su derecha era el planeta Marte; que aquel que parecía tener alrededor un cinturón se llamaba saturno todo le parecía hermoso y real. Lo había transportado por toda la vía Láctea para enseñarle todo. Alguien le jaló el brazo hacia abajo y él desvió por un momento su atención: _ ¿Es de verdad?_ _ No, Tolin, no lo es pero parece_ _ ¡Esta fantástico!_ _ ¡Así es! Y ahora silencio que quiero seguir viendo_ El cosmos desapareció de repente; comenzó a escucharse una música y las luces se encendieron. Todo se fue en un segundo. Sintió subir por su espalda la fiebre de la cólera. Se había perdido el final gracias a Antonio que se puso de parlanchín _ ¿Antonio?_ Su cerebro se acomodó crujiendo amodorrado__ ¿Dónde estas?_ el corazón sufrió un instante de parálisis. _ ¡Cuidado con el destello!_ la angustia se lo gritó. Cerró los ojos y escuchó que algo se desbarataba dentro de su cabeza; detrás de sus ojos. EL suelo giró bajo sus pies y lo arrojó de espaldas. _ ¡No dejes que me haga daño!__ Sus parpados se abrieron tan fuerte que sintió que sus globos oculares iban a salir disparados fuera de sus cuencas. La noche volvía a ser nublada y húmeda. Se levantó de un salto tratando de orientarse hacia donde tenía que dirigirse. Escuchó ruidos a su izquierda y corrió no importándole que sus piernas estuvieran hechas de liga. Su materia gris rebotaba empequeñecida por su cráneo. ¡Ojala no sea tarde! Alcanzó el final de la explanada con el corazón en la boca, podía sentir su martilleo violento y su sabor a herrumbre. Ahí estaba Antonio, pero por desgracia, ni a salvo ni solo. El ser resplandecía con una luz amarillenta intensa. Sus ropas se veían borrosas. El brazo izquierdo lo tenía extendido sosteniendo por los cabellos el cuerpo de un niño pequeño; quizás de cinco años. En la mano derecha blandía un sable luminoso. El niño pataleaba y lloraba sin lograr soltarse. El pasamano de madera yacía deshecho cerca de la barda que delimitaba el parque. Andrés no lo pensó dos veces. Se lanzó sobre aquel ser como lo haría un luchador desde la tercera cuerda. No llegó a caerle encima. Una descarga lo rechazó con violencia antes de hacer contacto y se vio arrojado contra el muro de piedra a un lado del pasamano roto. Volvió a sentirse desinflado. Los ojos parecían haberle girado hacia atrás mirando hacia su interior. Trató de respirar y solo silbaron sus pulmones. Permaneció despatarrado unos segundos saboreando la tierra bañada por el sereno. Parpadeó y logró enfocar algo. El mundo estaba de cabeza y le presionaba la frente contra algo. El cuello le crujió y sintió que su cuerpo caía a su lado. Volvió a parpadear y esta vez pudo ver con claridad. Con mucho esfuerzo se enderezó y se sentó recargando la espalda en la piedra. Puso sus manos en el suelo a los costados de sus piernas extendidas y respiró hondo. Primero el aire entro por su nariz a tropezones pero poco a poco se deslizó con suavidad hasta lograr una gran aspiración sin dolor. Observó con terror que el ser desgarraba con su espada los pantalones de Antonio que no dejaba de llorar suspendido en el aire por unos hilos de luz morada que salían de los ojos del ente. Andrés se levantó; su primera intención fue tratar de volver a golpearlo pero su intuición le advirtió que no era posible. Ya dos veces lo había despachado y sin inmutarse. Trató de pensar en algo que funcionara; pero ¿que podría ser? Aquel tipo era electricidad materializada; ya no podía tocarlo pues creía que su cuerpo no aguantaría otra descarga; su espalda se lo suplicaba. Tenia que darse prisa. El ente parecía estar rezando algo y ese era tiempo valioso que debía aprovechar. Buscó con la mirada algo que le diera una idea. Los eucaliptos estaban mudos; las piedras lo ignoraban, el pasto y los matorrales eran indiferentes a su desesperación. __ ¿Qué hago?_ las lágrimas pugnaban por chorrear por sus ojos y cristalizarlo todo__ Buscó en sus recuerdos alguna idea: ¿Qué haces Víctor?... Estoy colocando esta base zoquet para mi cuñado; ¿y que haces subido en ese cajón de madera?... ¡Je!, mas vale ser precavido que quedarme pegado o que me mande a importunar a mi progenitora hasta la otra cuadra ¡Ah!... ¡Misión cumplida!... Se agachó con rapidez y recogió un pedazo de madera grueso de entre una pila que se formaba a su derecha. Caminó despacio tratando de colocarse en un ángulo que no le permitiera ser visible. Necesitaba por últimas vez ser opaco. Durante muchos años se había sentido así y no le gustaba; en esta ocasión era necesario. Dio cinco pasos a su izquierda. Ahora estaba detrás del ser a unos cinco metros de distancia. Era ahora o nunca __ ¡tómala pichón!__ corrió los pocos metros que los separaban y descargó con toda su fuerza el madero en las corvas del ente que se tambaleó un poco. Volteó la cabeza y las flamas de sus ojos se tornaron rojas sangre. __ ¡Suéltalo cabrón!__ arremetió con el palo en la espalda del ser. Daba uno tras otro gritando palabras sin significado. Creía estar llorando porque de repente sentía que le caían gotas de agua en las manos con cada golpe que asestaba. EL ser fue cayendo al piso por episodios. Primero, doblo las piernas y apoyó las rodillas en el pasto (Andrés no daba tregua golpeándolo también en la cabeza como si estuviera dándole a una piñata pero teniendo cuidado de mantener una distancia prudente), luego bajó los brazos y los descansó en el piso para después azotar por completo boca abajo. Dejo de brillar por unos segundos, su cuerpo se tornó translúcido y fue desapareciendo poco a poco. Los hilos de luz que salían de sus ojos fueron engullidos por la noche y a Antonio el suelo lo recibió con un sonido bofo. Sin aliento, Andrés paró. Se acercó gateando al amasijo de tela medio chamuscada que en otros tiempos fuera una sudadera. Esperaba no haberse tardado demasiado. Retiró con cuidado los jirones tostados y lo encontró. Un bebé de meses yacía desnudo sobre el césped; no lloraba, solo lo observaba con sus ojitos a medio abrir y su piel pálida presentaba una que otra mancha roja. Lo levantó, se quitó el suéter y envolvió con él a su hermano. Mientras caminaba fuera del parque los árboles parecieron entonar una melodía con sus ramas mecidas por el viento y la sempiterna neblina que había cubierto el cielo desde que él había llegado (hace unos siglos creyó) se replegó en el horizonte formando un anillo blancuzco y desenfocado. Las estrellas brillaron con todo su esplendor en la bóveda celeste y Andrés sintió que su alma pesaba menos. ¡Mucho menos!. Bajó por la calle con dirección a casas de sus padres. No tenía explicación para esto que llevaba en su regazo y tampoco le importaba mucho. Lo importante era que lo había logrado hacer, lo demás, ya se vería que. El madero aún lo sujetaba en la mano izquierda casi sin notarlo. Cruzando la intersección de las dos avenidas estaba el pórtico de sus padres irguiéndose en silencio con sus dos columnas que encuadraban una puerta de herrería. Se detuvo un instante cuando escuchó un zumbido ronco. Miró hacia arriba y su vientre saltó asustado. Dos grandes bolas de electricidad recorrían los cables de un poste a otro con rapidez chisporroteando cada vez que se juntaban en alguno de ellos. Hubo un gran destello y el rayo de luz que emergió voló por el aire y se incrustó en el pavimento de la calle justo enfrente de la puerta de hierro dejando una mancha negra en él. Con velocidad increíble se levantó del suelo una figura amarilla mucho más grande y corpulenta sosteniendo en su mano derecha una descomunal espada resplandeciente que vibraba con sonido de un motor de trailer. Se plantó desafiante. Andrés observó todo con la tranquilidad del condenado. Descubrió el rostro de Antonio y le beso la frente; después lo colocó con delicadeza sobre la banqueta y lo volvió a arropar. La noche estaba fresca. Tomó con las dos manos el palo que traía como lo haría un soldado con su fusil antes de correr a través de un campo minado. Su mente estaba en blanco como una pantalla de televisión sin conexión satelital. Respiró profundo y se apostó a la mitad de la calle. Bien valía la pena el sacrificio; él ya había vivido más de un cuarto de siglo y estaba bien. Ahora le tocaba a Antonio explorar esta vida con otros ojos y con otras experiencias. ¡Claro que si!... Con una sonrisa plena y el corazón hinchado de emoción, tomó vuelo y se abalanzó sobre aquella figura ronroneante con la madera apuntando como una lanza. Gritó con todas sus fuerzas mientras se acercaba. Alcanzó a ver que el ser levantaba el brazo con la espada y lo hacia descender en un ataque mortal. Chocó de lleno con él y el mundo se iluminó con una explosión multicolor. El cosmos abrió su regazo y lo acogió llevándolo por un sin número de constelaciones y planetas vivos. Andrés aún sonreía mientras sobrevolaba el infinito. _______________________________________________________________________________ _ ¡Recuerden que es una sorpresa!_ Araceli estaba mas que emocionada. Todo estaba en su lugar. La mesa servida adornada con la mejor vajilla y al centro un pastel que con la leyenda ¡Felicidades nuevo Papa! _ ¿Qué aún no lo sabe?_ _ ¡Claro que no! apenas en la tarde me compré la prueba y hace un ratito me la apliqué y ¡salió positiva!__ Todos sonrieron con alegría. _ ¡Lo contento que se va a poner!__ _ ¡Si! Lo deseábamos desde hace un año y por fin pegó_ _ ¡Bendito sea Dios!_ Por las ventanas se veía la calle inundada de una espesa niebla. _ ¿A dónde fue?_ _ Ya sabes, le encanta caminar cuando el tiempo esta así. De seguro fue al parquecito y debe estar comiendo una paleta de hielo_ risas divertidas. _ Yo digo que salgas a gritarle. Ya paso una hora desde que salió._ _ Yo voy, Chely__ _ No, voy yo; así cuando entre que con él se los decimos_ Todos asintieron de buena manera. Araceli se levantó de la mesa y salió al patio. El aire frío la golpeó de lleno haciendo que los bellos de su piel se erizaran. Entornó los ojos y lo vio parado en el pórtico de entrada. _ ¿Cariño?, entra amor; tus papas y yo queremos decirte algo._ Lo tomo por el brazo y lo condujo hacia dentro de la estancia. _ ¡FELICIDADES PAPA PRIMERIZO!__ Él la abrazó con fuerza y comenzó a llorar. _ ¡Lo hice!_ murmuró entre sollozos. _ Corrección amor mió, ¡lo hicimos porque también yo puse de mi parte_ le reclamó divertida ampliando su sonrisa y dejando escapar unas lágrimas. _ ¡Si mi amor!... ¡lo hicimos!__ Sus bocas se fundieron en un beso tierno y suave.
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