Juegas con la lujuria del público asistente que ha venido a presenciar tu erótica función. Es espectacular lo que el montón de hombres tienen ante sus ojos. Tu actitud seductora y el papel en que estás te pondera con toda la atención y control, desde el más inocente hasta al más adicto a los clubes nocturnos para caballeros. Te sabes hermosa, con un cuerpo que cualquiera desearía poseer... sin embargo, un viejo amor te atormenta.

El escenario eres tú. Las miradas te excitan, casi, casi, te mojas. Los haces temblar y no hay nadie en ese lugar que escape de tener el pene erecto, con satisfacción los miras, estaran pensando en tí en cuanto lleguen a sus casas... sin embargo, un viejo amor te atormenta.

Mientras la música te mueve a un sabroso son, te abres de piernas y muestras tu vagina perfectamente afeitada para que el espectador no pierda detalle de su forma y la tenga en mente cuando la ocación lo amerite, lindo gesto ¿no? Ya no te cuestionas nada, solo quieres ser el alma de la noche. Te empinas y recibes los aplausos del respetable... sin embargo, un viejo amor te atormenta.

Cuando lo conociste todo fue amor. Después algo pasó y ya no te lo quieres preguntar, solo te desplomaste y decidiste vivir en la noche, donde eres protagonista. Desde hace un tiempo ya también te prostituyes pero solo está en tu mente aquél hombre que te amó y en cuán significante fue esa época, pero él se marchó dejándote marcada y te quedaste sin afecto. La destrucción tocó a tu puerta y la dejaste entrar. No importa que tan devastadora o dulce pueda ser la vida para tí, ese viejo amor te atormentará cada vez que vayas al hotel con un anciano, con un jóven o una mujer, siempre verás su rostro... hasta el fin de tus días.