La penumbra está lejos de huír. No me cabe en la cabeza la idea de estar sin tu presencia, fiel, amada, pacífica, benevolente, tierna... como tus manos cuando acarician mi cuello o como cuando tomas mi cara por las mejillas y me dices que todo estará bien aun cuando las cosas tienden a empeorar, como hoy. No pude sostenerme en pie, todo me daba vueltas... caí al suelo, que al igual que mi orgullo, va en una espiral descendente en camino a lo peor que nunca sucede ya que cuando pienso que he llegado hasta abajo, descubro que hay mas camino por caer y seguir descendiendo, lo que me lleva a pensar que lo único que me espera al final, es un desenlace fatal, que no llega por más que ruego, por más que lo intento, por más que lo busco sin éxito. No sé si en realidad busco la muerte o el amor que es su correlativo escencial como dijo alguien en un prólogo de un libro que nunca leí, el caso es que estoy en el abandono y esas manos nunca volverán a tocarme. Soy un pinche infeliz de botella en mano, sin mujer que me toque, de esperanzas nulas y de aconteceres tristes, de alma enbriagada y cuerpo intoxicado, de falsas alarmas felíces y monotonías de quebranto constante. Empeño mi palabra por lo que cuesta una botella, el fin está muy cerca.