Alcualondë
Escrito por Javier valladolid ( Offline), el 08 de febrero de 2008
Tras su estancia en la cabaña de los juegos perdidos, donde se contaron historias y se pasó una amena noche, partieron hacia el puerto de Alcualondë en la mismísima bahía de Eldamar. Ya habían visitado la isla de Tol Eressëa por completo en un día de larga caminata, siendo un agradable cambio. Gandalf parecía tener especial predilección por la isla aunque no contó el porque. -Otra vez subirse en un barco con forma de cisne. Dijo Bilbo a quien no le gustaba mucho navegar aunque aun menos las largas caminatas. Bilbo podía haber cambiado mucho en estos años con los elfos, llegando a pensar que sus tiempos de viaje y aventura habían pasado para siempre en su vida salvo el coger el barco a los puertos grises. Aun así seguía siendo muy amigo de la buena comida, de la vida tranquila y detestaba a los parientes lejanos. Ya de mañana se vislumbraron las primeras piedras de la costa y la gran bahía natural junto a un montón de barcos en forma de cisne. Las aguas tenían en las primeras zonas cerca de la costa piedras relucientes. Gemas y joyas había enterradas bajo la arena en las primeras partes del lecho marino. Eran muy relucientes y hermosas todas esas riquezas que hacían perder el gran valor que se las tenía en la Tierra media. No había mithril pero aun así era una maravilla para los sentidos. Galadriel, al llegar a una bahía que en tiempos estuvo muy bien defendida, sintió un hondo pesar al recordar lo ocurrido cuando era joven y su expulsión. Celeborn no estaba con ella para afrontar ese regreso. Ciertamente no había pensado mucho en el recibimiento tras toda esta inmensidad de tiempo pero algunos de sus temores salieron a la luz. Gandalf se dio cuenta de ello y la trató de consolar con unas pocas palabras que calaron muy hondo. -Nunca somos solo nuestro pasado. Si en el pasado la fastidiaste siempre sirve de consuelo que no has metido la pata tanto como un Tuck. Dijo bastante serio en apariencia, aun entre risas pero con calma, acordándose con cariño de Pipin y sus patosidades que en el pasado ocasionaron algún percance serio a la compañía como el incidente con el balrog. Galadriel también se echó a reír y luego Frodo con ella. Bilbo tardó un poco en darse cuenta pero al final continuó la gracia que animó a todo el pasaje. Los temores pasaron y las esperanzas siguieron. Galadriel pensó en volver a ver a su hija que fue a las tierras imperecederas años atrás para curarse de una herida emponzoñada. Elrond anheló volver a ver a su esposa Celebrían (Hija de Galadriel) aunque se preguntó cuanto tardaría en volver a verla. Frodo echó en falta a Legolas pero se imaginó que algún día viajaría a ese lugar. Frodo no pudo evitar que se le escapara una sonrisa al ver todos esos barcos. Viendo las inmensas riquezas junto al mar se acordó de Gimli y deseó que estuviera allí. Bilbo en cambio se sintió muy incomodo con la multitud de barcos encallados en la orilla y no le dio importancia a esas riquezas. Ya no le importaba lo más mínimo el oro y las riquezas si en algún momento le importaron algo. La Piedra de elfo y la Estrella de la tarde, esa gema blanca como una estrella que le golpeaba el pecho con su engarce en una cadena de plata a modo de collar, era la única que le importaba por sus recuerdos sentimentales. Al llegar a ese lugar contemplaron una inmensa ciudad con edificios con fachadas de mármol y perlas. Las horas pasaron entre charlas y banquetes en los que a algunos causó envidias la joya de Frodo y Mithrandir (Gandalf) tuvo gran popularidad. Un elfo de la comitiva recordó a los presentes una aventura de Gandalf intentando convencer a los haradrim de que trataran de no dejarse influir por Sauron y tras su fracaso se marchó conociéndole como Incánus. Parecía una ciudad eterna y celestial, aun más maravillosa a la luz de las estrellas que de día. A esas horas se vio algo que ninguno esperaba. Un balrog apareció entre sombras con sus ardientes llamaradas, su maza y su látigo de nueve colas que lanzaba un latigazo terrible que dejaba aterrorizados a los recién llegados. Todos menos Gandalf permanecían temerosos sin saber si huir o no pero junto a los pasos que hacían temblar la tierra se vio algo extraño. ¿Por qué había una criatura así sin que nadie hiciera nada? ¿Acaso estaban soñando? -Tharkûn, Olórin, nos volvemos a ver las caras. Dijo aquel ser que cada vez se veía más como sombra y figura etérea. Los valar le condenaron a esa existencia entre dos mundos tras su muerte a manos de la fuerza y la magia de Gandalf; la cual le vinculó a este y ocasionó su posterior muerte en aquella fosa donde Gandalf el gris se convirtió en el blanco. Poco a poco fueron perdiendo el miedo y pasaron de largo hacia una morada con una entrada comparable a las siete puertas de Gondolin en lo que a ostentación se refiere. Ninguno esperó encontrarse con quienes se encontraron en ese momento. Casi a oscuras entraron en aquel lugar donde pasarían varios días algo intensos.
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1
Escrito por Javier valladolid ( Offline), el 14 de febrero de 2008
· Leído 162 veces · 2 comentarios · 1 pasaje debajo
El encuentro inesperado se dio casualmente de forma sorpresiva en medio de la oscuridad a la luz de unas velas de mano. Bilbo entraba en la habitación en la parte de arriba cuando una figura anciana, barbuda, muy alta, de traje azul, ... Leer mas
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