Amada imposible,
déjame contarte un sueño de antenoche,
que por algún artilugio hizo derroche,
dándome sensación de haber estado,
contigo en mi costado,
vos sabés de mi ilusión profana al estar enamorado...

"soñé que nadaba en un cristalino manantial de aguas termales,
bajo la luz de la vela o una candela...
¡raíz seguro de mis males!,
sobre la suavidad y frescura de la seda,
¡ay que me la concedas!,
aves canoras de cantos majestuosos,
quizá hasta presuntuosos, mas siempre con delicias...
¡albricias!...
así se exaltaban mis emociones,
escuchaba un acelerado chapotear en mis agitaciones,
y me hundía hasta tocar esos fondos profundos de la tierra,
¡el deseo que se aferra!...
con todo y eso me rozaban los juncos de sus orillas,
y me desmayaba no se cuantas veces, ni porque razones,
pero mi carne salía a la superficie y no se quedaba flotando sino que me volvía a clavar entre los borbotones de burbujas impacientes por fundirse en el aire con ese fuerte olor a pieles de musas esparcidas como cuando han cantado y se quedan los ecos extasiados de las sirenas del oriente...
había cuatro colinas de arena, dos al norte y dos nacían casi donde me hallaba disfruntando frente a una pequeña duna,
un potro salvaje galopaba furioso sobre las colinas levantando el polvo,
parecía disfrutarlo ebrio de frenesí...
el viento gemía como pidiendo lluvia al salir de en medio de un collar de perlas,
y al final me quedaba vencido sobre una alfombra de una sola flor machacada
que por ese mismo motivo emanaba efluvios de ese perfume inconfundible que es el que me permite saber que te acercas sin volver la mirada...
así tuve la certeza de que en algún sitio de ese hermoso paisaje, quizá escondida estaba atenta tu mirada y te encontrabas tú... aún en la alborada..."