Yo no sé empezar el día sin sol y sin beber café además tengo una fijación muy extraña y dejé la terapia antes de entender: Las espirales.
A él lo vi por primera vez hace casi siete años, llegó de visita a la oficina, usaba un suéter de color claro con cuello alto y la piel de su cara era perfecta, pulcrísima. Se acercó, me saludó y me apretó el brazo. Me pasé muchas tardes mirando cómo colgaban por su cuello largo espirales desordenadas de color castaño brillante. Mi extraña fijación erótica ...o la maraña de rizos, alias Sebastián Saldivia o la Divina obscenidad... que desde siempre me llamó Ali....
Él tiene esa cosa en el cuello, esa que les sobresale a algunos hombres que sube y baja cuando pasan saliva o beben, creo que le dicen nuez, eso también me gusta desde niña.
Sebastián siempre tan educado, tan caballero, metido en esa oficina de alto ejecutivo a media luz y vestido como rock star, con esa masa ensortijada de cabellos que enreda y desenreda inconscientemente cuando está pensando, leyendo o cuando no sabe qué decir. Sebastián idolatrando poetas malditos y apóstoles del rock. Deprimido o a veces muy enojado pateando cosas. Escuchando a Bob Dylan, Pixies, Joy Division o audiolibros de poesía. Sebastián oliendo a Cartier y usando esos zapatos que me fascinan, porque dicho sea de paso, también me obsesionan los zapatos de la gente, corrijo, los de los hombres. Sebastián con su saco color crudo, el verde olivo, o esa camisa berenjena o en jeans y chaqueta. Me inquieta todo él, sus manos tan exquisitamente hermosas, sus manos de artista, sus manos de escritor, de poeta; me encanta el tamaño, el color, la forma cuadrada de sus uñas impecablemente recortadas. Recuerdo la suavidad de sus dedos, el encanto de sus dedos largos de artista, de escritor, de poeta. Me mata mirar esos ojos pequeños y misteriosos, cómo se lumina su rostro con esa sonrisa increíblemente linda que tiene. Esos labios bellísimos, su sonrisa inolvidable. Ese andar de hombre ensimismado, retraído; se acerca despacio y me mira de ese modo que electriza, abre un poco sus brazos delicados para recibirme estrechándome suavemente, acaricia mi espalda o aprieta un poco mi brazo y recarga su cabeza en mi hombro mientras yo cierro los ojos para, a oscuras, deleitar a un instinto primitivo, percibir su aroma mezclado con las lociones que usa —es el puente al irrefrenable deseo, es al menos complacer otro de mis sentidos—. Me trastorna mirar sus rodillas cuando está sentado, tienen esa forma que me parece tan altamente sensual en un hombre y cuando conduce, sus muslos largos y bien formados me perturban, y el hermoso, el hermosísimo bulto de su bragueta... qué lío tan ca-chon-dí-si-mo me hace este hombre, ¡por dios!... Una de las imágenes más concupiscentes que conozco es ese sensualísimo movimiento de sus muslos al cambiar de turno el pedal. Y cuando come, se despliega toda esa elegancia de la que es dueño, lo mismo si come birria y enrolla con esmero una tortilla o si entre abre un poco los labios para acercarse el popote de su té helado o cuando remoja un trozo de salmón en soya y lo lleva hasta su boca. Toda la belleza, toda la sensualidad que emana y no sabe y además no se imagina lo que en mí desencadena. No sabe, no, no sabe. Mirarlo y cruzarme con sus ojos es esa misma sensación que se experimenta en el sueño recurrente de casi todos, el de dejarse caer al vacío. No es la primera vez que yo me arrojaría a un volcán efervescente... Y a la sensación de arrojarse al vacío le sobreviene el efecto dominó de carne de gallina, luego vuelcos de calidez y confort...Caos.... alteración...Siento el peligro pero, esas espirales me aturden, me trastornan. Yo nunca aprendí a hacer las cosas con sensatez. No sé cómo. Por qué siempre me tengo que involucrar con esos hombres; por qué me seduce tanto el misterio, el conflicto, la confusión.

Es mi más intenso e implacable desasosiego y ni idea tiene de que hago escenas en mi mente escenas que no me atrevo a protagonizar. Fantaseo con sus manos erizándome al piel, fantaseo con su cabello rozando mi cuello, mi pecho, mi espalda, mis piernas. Con sus ojos cerrándose para perderse conmigo en un beso lento, tibio, suave de esos besos que él da, en los que parece que da una parte de su alma. Sueño enredarme de nuevo esas espirales brillantes en los dedos, con besar su cuello largo, los lunares de su pecho, sueño con embriagarme con el olor de su cabello y su piel. Él debería saber que no sé qué hacer con este deseo, que es incontenible e insoportable. Que termino rendida en montones de imágenes eróticas con él. Que me obsesiona, que no puedo sacármelo de la mente y que no quiero. Que despierto sintiendo que me hace el amor como él lo hace, con cuidado, con sutileza. derramando ternura, tomando en cuenta la fragilidad, la belleza, la exquisitez, como si estuviese enamorado. No, yo ni siquiera conozco las palabras para describir y detallar las cosas que sueño, que siento; y que pienso. Me es tan insoportable no poder tenerlo. No poder acercarme a él y tomar su cara entre mis manos mientras le beso con toda la ternura y devoción que me provoca, mientras me siento poco a poco sobre esos muslos perfectos y él acaricia mi espalda, mis brazos mis senos, mis muslos y repite mi nombre en diminutivo una y otra vez. Qué pensaría si supiera que él es el sol que quiero tener en mi vida. Que sólo deseo un poco de su cercanía, su luz y su calor.
Yo no sé callar lo que siento. Eso hace daño y por ahí leí que: Todo deseo estancado es un veneno, y yo no me quiero envenenar. Sólo quiero que sepa, que me inquieta y me perturba como nunca nadie. Que muero por despertarme mirándolo a mi lado, que no sabe el placer que sería prepararle una mañana el desayuno, tenerlo en mi casa sentado a mi mesa para cenar alguna vez, que si pudiera le llevaría a una playa salvaje de esas que me gustan, para verlo caminar en un atardecer, para tenderle un lecho sobre la arena y a la luz de una hoguera con el sonido de las olas como ruido de fondo decirle todo lo que ya sabe sin saber, para mirarlo dormir y dejar descansar mis miedos en su pecho. Soy como una eterna adolescente romántica sin remedio y esta perturbación me tiene peor...qué le voy a hacer.