Caminar por la vida, con anteojeras, es como atravesar una selva sin conocerla y sin saber como defenderse ante los peligros que implica transcitar por ella.
Son variadas las vías del conocimiento y una de ellas, que nos reporta mucha visión de las cosas, es la que reside en la observación del mundo que nos rodea.
Este método de conociento comienza desde la auto-observación, como el primer paso de un largo camino, para poder conocer nuestras emociones, sentimientos y de qué manera convivimos con ellos.
Todos nuestros logros son el reflejo de esa capacidad pensar libremente , lo cual nos permite aprender , aceptar y modificar nuestro mundo interior.
De las veinticuatro horas que conforman un día, es preciso dedicar un tiempo para sentirnos protagonistas y dueños de él y reformular todas aquéllas circunstancias que nos incomodan y no nos permiten avanzar hacia un crecimiento personal.
Ello no implica tomar como hábito una posición individualista o egocéntrica, que es el primer gérmen de los males de una sociedad indiferente y deshumanizada.
Ese protagonismo en relación a un tiempo que nos pertenece, se víncula con nuestra propia existencia, el estar inmerso y compormetido en la necesidad de poder lograr un cara a cara y enfrentar aquéllas cosas que nos disgustan y la que debemos revalorar sin sentir la necesidad de que otros lo hagan por nosotros.
En este segmento temporal podemos tomar las riendas de nuestro anhelos y sueños para llevarlos a cabo y no sentirnos espectadores de nuestra propia escena.
La toma de consciencia tiene que asimismo traer aparejada un cambio de actitud y eso habla palmariamente de la voluntad para poder lograr esos cambios que nos hacen falta para vivir conformes y caminar por el sendero de la realización personal.-