Ballantines y demás palabras
Escrito por nalen_noise ( Offline), el 09 de julio de 2008
- No me culpes, tenía que hacerlo. Me empezaba a asustar más de lo que ya lo estaba: - ¿Quién te lo ordena?- pregunté temblorosa. - La intuición. Esa respuesta me pilló desprevenida. No sabía si creérmela o no. Permanecí en silencio y dejé que siguiera hablando. - Soy persona de corazonadas y, nunca me he equivocado. Bueno- soltó una risita-, hay veces que te equivocas a propósito pero, esas no cuentan. - Claro.- contesté en voz baja, medio alucinando. - Es así- afirmó moviendo la cabeza de arriba abajo.- Quizás ahora me esté equivocando contándote todo esto Empinó el vaso y se bebió todo el licor de un trago. - Pero- continuó-, me apetece hacerlo, merece la pena. - ¿Qué edad tienes?- interrumpí. - Para algunos veintidós, para otros dieciocho ¿Cuántos quieres que tenga para ti? Me quedé muda, me engañaba descaradamente y yo seguía ahí sentada, como un pasmarote. A saber qué cara estaría poniendo en aquel preciso momento, me extrañaba que no hubiera soltado todavía una carcajada. Volvió a llenar el vaso, tan sólo el fondo y poco más y, acto seguido, se lo bebió de golpe. - ¿Te parece bien que tenga diecinueve años?- preguntó con una sonrisa pilla. - No me parece nada.- contesté secante. - Bueno, en cuerpo diecinueve pero, en alma soy un cuarentón borracho. - Sí, eso de borracho ya lo he notado - Perdóname- se disculpó-, pero vivo gracias a él. ¿Qué sería de mí sin unas lágrimas? ¿Qué sería de mí sin unas risas? Hablaba del alcohol como si fuera su mejor amigo. Quizás lo sería. - Tú tienes dieciséis de cuerpo.- dijo mientras me examinaba. - ¿Cómo lo sabes?- pregunté tapándome con los brazos.- Aparento más. - Es cierto pero, esa carita de niña no te la quita nadie, ni las uñas roídas por esperar a ese chico que siempre viene tarde, las zapatillas desgastadas de correr porque no llegas a tiempo a clase - Basta.- dije golpeando la mesa con los puños.- Me largo. Me levanté y cruzaba la casa cuando dijo: - Aunque de alma vas alternando Hay veces que eres unas vieja reprimida, otras, una niña de siete años que se muere de felicidad y que, a los cinco minutos, llora como si por su casa hubiera pasado un ciclón devastador. No me dio tiempo a abrir la puerta cuando ya estaba arrepentida de haberme levantado. Estaba a un solo paso del exterior pero, preferí volver a sentarme en el sitio que, previamente, me había indicado. - Volviste.- exclamó con alegría. - No me he ido.- contesté. - Pero has estado a punto, me has asustado. Volvió a llenar el pequeño vaso. Notaba como, trago a trago, su cara se iba tornando a un sutil rojizo. También como le pesaban los párpados y tampoco sabía qué hacer con las manos. A ratos parecía nervioso pero, en otras ocasiones, se veía de lo más relajado. - ¿Ves? No ha sido tan complicado- permanecí en silencio.- Yo he bebido, tu has hablado. - No he hablado. - Bueno, tampoco ha sido necesario. Se puso en pie y guardó la botella de nuevo en su sitio. Arrastraba los pies al andar y tenía los pantalones rajados por todos lados. - Ponte cómoda,- dijo tras cerrar la nevera de un portazo- duerme si quieres, la cama es tuya. Me levanté de aquella silla y me dirigí esa cama que tanto me atraía. - ¿No duermes tú aquí?- pregunté para no quedar como una egoísta. - Él sofá también es cómodo, no te preocupes por mí. El sofá se encontraba justo al lado de la cama, blanco al igual que esta. Me tumbé sin quitar ni siquiera el edredón. Como había previsto antes, la colcha era mullida y esponjosa. Estaba boca arriba y, desde esa posición, examiné lo que me quedaba de la casa: el baño se encontraba a la izquierda de donde yo estaba, tenía la puerta cerrada, por lo que no podía ver su interior. Lo que no había notado cuando entré en la casa era la gran colección de vinilos que poseía el psicópata. Estaban todos metidos en un baúl medio abierto que había colocado justo al lado del sofá. Podía distinguir discos de los Rolling Stones, los Beatles, Police, Queen of the Stone Age, Queen, David Bowie y Sinatra. Y, junto al baúl, un antiguo tocadiscos. Se dio cuenta de que los estaba mirando y se acercó a por un disco: - Paul Anca- dijo como si lo escuchara.- Quizás no lo hallas escuchado nunca. Y tampoco me apetecía lo más mínimo. Bajó todas las persianas y la casa quedó en penumbra. Casi no podía distinguir su figura pero pude ver cómo se dirigía al tocadiscos y pinchaba el viejo vinilo. Sentía cierta curiosidad por descubrir cómo sonaría realmente. Estaba harta de escucharlo en las películas pero, daba una sensación completamente distinta, no de antigüedad, sino de reliquia e, incluso, de melancolía. Me quedé dormida sin darme cuenta escuchando ese precioso disco. Él me sacó las zapatillas que, por suerte, estaban medio desatadas. A pesar que de sólo fuera medio día, dormí hasta la mañana siguiente. A las siete tenía los ojos como platos. - No he conocido nunca a nadie que durmiera tanto. - ¿Tú no duermes?- pregunté al ver que estaba sentado en el sofá. - A veces es preferible mantenerse despierto. Tenía demasiado que observar y que pensar.
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1
Escrito por nalen_noise ( Offline), el 15 de julio de 2008
· Leído 62 veces · Sin comentarios · 3 pasajes debajo
Examiné mi cuerpo y pude comprobar que toda mi ropa permanecía en su sitio: pegada a mi cuerpo. Por suerte, no me había tocado, al menos por ahora. Mis sucias zapatillas estaban tiradas en el suelo y no recordaba si me las llegué ... Leer mas
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