Dos Pibes muertos en el camino del Buen Ayre

Crónica Policial

Se levantó temprano... Para sus horarios, las dos de la tarde era lo ideal. Guardó el arma y llamó al Taxista que todos los días lo llevaba a trabajar, de lo único que sabía, robar. La vuelta se daba en pocos minutos, encontrar a alguien entrando en una casa, a la hora permitida por los jefes, robarle todo, llevarlo a un cajero automático y la ronda terminaba. En el barrio le decían sombra y lo de Negro, se lo pegó la prensa con el tiempo, a saber de todos, por su condición de moreno y por conocerse algo de sus labores oscuras, pero nunca haberlo probado. El también hacía algunas veces de jefe de recursos humanos de la agencia de seguridad tres cruces. Aunque su trabajo allí, era extraño; tenía que juntar menores dispuestos a cualquier cosa, por un poco de sustancia con un químico llamado tolueno, mostrarles la zona donde deberían trabajar, indicada previamente por los jefes y cerrar el trato de palabra. Después la tarea no era supervisada, sino que la confianza radicaba en que los jóvenes, debían hacer solos su trabajo, sin más ayuda que la de algún par.
La tarea era simple, robaban casas, donde el jefe del jefe decía que tenían que hacerlo. De cada diez pesos que conseguían, uno era para ellos y el jefe del jefe, era a quien la gente denunciaba los robos, por lo que ellos no sabían cuan caro era quedarse con dos pesos, si a una anciana le robaban diez. En uno de esos días grises, sombra los llevó a trabajar en una esquina, el ya había salido con su taxista a trabajar y era hora de hacer su tarea del anochecer. Dejó a los muchachos trabajando y se enteró más tarde de lo sucedido. Un patrullero de una la Brigada de Investigaciones, los había espantado a fuego cruzado. Ellos, corrieron tres cuadras y los obesos policías desistieron, alegando que corrían muy rápido, a pesar de que iban dos caminando y ellos tres en camioneta. Cuando terminó la persecución, se encontraron en una casa, dónde ya habían hecho una tarea meses antes y donde el jefe había dicho que su jefe le había prohibido realizar tareas ahí. Pensaron que era porque esa gente era pobre y mucho le habían sacado, llevándose cadenas de oro y un televisor la vez anterior. Pero grata fue la sorpresa al ver que podrían llevarle al jefe, un reloj dorado, que se veía en la muñeca de uno que entraba en el domicilio, y pensaron que el jefe no estaría al tanto de semejante lujo y que tendrían que llevarle esa joya, que les dejaría no menos de cien pesos a ellos. Lo hicieron, entregaron la mercadería a sombra y esperaban al día siguiente, recibir sus regalías. Por la mañana, durmieron y fumaron marihuana que tenían de la noche anterior, esperando que en algún momento, llegara sombra en un taxi, para llevarlos a trabajar, y darles el dinero que del botín del anterior día. Así pasaron la tarde, esperando, hasta que a las ocho de la noche llegó el jefe, enfurecido, gritando, pero esta vez no en un taxi, sino en una camioneta, con sirena y el famosísimo Sargento Beto. Ese que intuían era el jefe del jefe, el que nadie en el barrio quería y todos ansiaban matar, porque el había dado muerte a muchos pibes que laburaban, muchos colegas. Bajaron con otro policía más, los subieron de los pelos y marchó el vehículo, para sorpresa de ellos, a ninguna comisaría. Llegaron a un descampado, que olía a basural, o a un basural descampado y el sargento comenzó a hablar. – “La concha de sus putas madres guachos de mierda, les avisaron que no se trabaja donde yo no mando y se van a cagar por giles”. Los agacharon y les dijeron que cerraran los ojos, cuando sintieron ruido a armas detrás de ellos, comenzaron a correr, era la única salida, correr. La camioneta salió detrás de ellos hasta que los pudieron agarrar, casi en las afueras del basural, pudiendo divisar no muy lejana la autopista del buen ayre. Bajó sombra y los empezó a golpear, tanto que uno se desmayó. El otro, simplemente, decidió dejarse golpear. Cuando terminó la golpiza, sombra se acercó a al que estaba conciente y le dijo al oído – “mandale saludos al señor, guachín” y descargó ocho tiros en el pecho del joven. El otro desmayado, recibió doce, como los doce apóstoles. Para terminar la escena, ya de noche, subieron los cuerpos a la camioneta, les pusieron bolsas de un supermercado cercano al lugar en la cabeza, las ataron con sogas y los tiraron al costado de la autopista, dejando así un mensaje que en el diario del día siguiente sería claro, lo que puede pasar, si uno desobedece las ordenes del jefe del jefe, en ese tipo de trabajos.
Con el tiempo, el hermano de uno de los pibes, llegó a trabajar para la policía de la zona y al pasar en su patrulla, junto a un compañero por la puerta de una casa, bastante bonita para el lugar donde se situaba, le dijo, esa era la casa que le paga seguridad directamente al jefe de toda esa zona, al gran jefe, el que va a la ciudad de la Plata, capital de la provincia y su único jefe es el jefe de toda la policía. En ese momento, supo entonces muy por dentro, que su hermano, había muerto, absolutamente, por orden del jefe de sombra, pero que a su vez, este no era el verdadero jefe, sino quien hacía de jefe, teniendo la agencia tres cruces en su casa, pero siendo la agencia de un jefe, que tenía un solo jefe y que salía en los medios nacionales, hablando de cómo combatir el delito, día por medio.

Historia Basada en un homicidio real, pero absolutamente transformada, a los fines de la narración literaria.