Deseos de muerte y Un Adiós Forzado.
Escrito por Emilia (Desconectado Offline), el 04 de agosto de 2008
Los años transcurren rápidamente para nosotros… cada segundo de nuestras vidas fue planeada incluso antes de nacer; o es lo que parece… han pasado diez años desde que conozco a esa chica, recuerdo haberla visto antes de el incidente de el orfanato… pero me es imposible recordar donde.
- Tu padre esta loco – dijo ella mientras desenvolvía las vendas de mis muñecas.
- Lo sé… pero no puedo hacer nada, Iris – conteste haciendo un ligero gesto de dolor cuando retiro la venda que rosaba mi piel.
- Jun, esto no sana… llevas meses con estas heridas y no han sanado siquiera un poco – dijo ella mirándome con angustia.
- Len ya me dijo que nunca sanarían, no porque no deban sanar, sino por el odio con el que se hicieron las heridas son el porqué no sanaran ni dejaran de doler Jamás. – continué sin alarmarme, pero al parecer Iris estalló en rabia cuando me escucho decirlo.
- ¡Como es capaz tu propio hermano de decir algo así!, ¿que ustedes no conocen la esperanza? No creo que sean incurables, es poco probable siendo que tu auto-curación es realmente eficiente… -
- Mi Auto-Curación no tiene nada que ver con asuntos de Amor y Odio, y la energía que les fue proporcionadas a estas heridas es mas fuerte que mi poder de restauración –
- ¡Suerte que Len llego a tiempo para salvarte! – exclamó la chica ya mas calmada – si no fuese por tu hermano tus pies y espalda también hubiesen sido heridos ¿no es así? – continuó sin dejar de limpiar mis heridas.
Las heridas de las que Iris hablaba me las había ocasionado mi padre hace casi ya 3 meses, según él era “El Don de Dios”, significaba que todos aquellos que fueron bendecidos por Suifeed (o Dios) al nacer, debían portarlas y que esto denotaría la superioridad de nuestra poderosa familia, claro que para mí como para mi hermano eran solo invenciones de nuestro padre psicótico.

Yo e Iris estábamos en una habitación de la casa abandonada de los Hio, al aparecer Iris conocía de pies a cabeza la mansión, generalmente tenia todo el tiempo de el mundo para explorarla, ya que estaba prohibido el ingreso a esta, nadie la descubriría ahí. Esta mansión estaba a unos cuatro kilómetros de la mansión de los Kio, la cual era ligeramente mas grande que la Hio, ahí vivíamos yo, mi hermano, mi padre y mi madre, Junto a los sirvientes que permanecían día y noche en nuestra mansión.
Los Hio, los cuales hasta hace poco formaban una alianza con nosotros, la cual fue rota por nuestro padre hace años atrás, y por “infieles”, como mi padre les llamaba, su familia fue masacrada por la nuestra. Al igual que los Kio, la familia Hio era muy influyente en nuestro mundo, eran los llamados “pacifistas”, nombre bastante peculiar para ellos ya que solían cubrir o colaborar en todos los asesinatos que la familia Kio realizaba sin explicación evidente.
La familia Kio era la llamada “Asesinos” ya que asesinaban a todos los enemigos, infieles, impuros o cualquier clase de ser que cometiera un delito grave, esto influía tanto como en Humanos como en Dioses; al ser polos opuestos ambas familias se complementaban formando la mas poderosa alianza que existía hasta hace poco, pero los oscuros planes de mi padre cayeron en manos de los lideres de los Hio provocando un abrupto rompimiento de la alianza.
Cuando los Hio perdieron sus poderes, hace diez años, mi padre ordeno masacrar a toda la familia Hio, y para ello me utilizo para sus planes, gracias a aquella masacre todo nuestro mundo teme de mi poder y mis dotes de asesina.
- Volveré a visitarte luego, pero ahora debo irme antes de que mis padres sospechen algo – dije dirigiéndome hacia la puerta.
- Que es lo que podemos sospechar – dijo una voz tras la puerta, la cual se abrió fuertemente después de pronunciadas las palabras, yo me quede ahí, impactada, el profundo miedo que me provocaba ese hombre me había invadido por completo, no podía moverme, él me miraba con su típica sonrisa triunfante, me hizo a un lado para mirar a Iris que estaba Junto a la ventana.
- Señorita Hio… - resoplo Elrond mirando a Iris.
- Hio? - murmuro Megitzu, mi madre, con cierta sorpresa, sin embargo yo me había sorprendido mas al saber que Iris era una Hio.
- Jun… creí que habías asesinado a todos los Hio –
- Yo también… - contesté aun sin moverme de mi lugar.
- Bueno pues al parecer tendré que ser yo quien acabe con la ultima descendiente de nuestros antiguos Aliados – al escuchar las palabras de mi padre, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, no pude hacer nada.

No paso mucho tiempo cuando Jun decidió ayudar a Iris, pero fue imposible para ella enfrentarse a el único hombre que podía detenerla sin siquiera intentarlo, el miedo ante aquel hombre era mas fuerte que cualquier herida o reto que Jun pudiese afrontar, Elrond ataco a Iris sin intención de matarla, la sujeto por el cuello levantándola de el suelo, luego corto los levemente los órganos vitales de la joven provocando un fuerte grito por parte de ella.
- Déjala Ir – Murmuró Jun, podía escuchar y sentir el dolor y las plegarias de Iris en su cabeza… pero no se sentía capaz de enfrentarse a su padre.
- Cállate – respondió su padre golpeando a Jun mas fuerte de lo que parecía, la chica se estrelló contra la pared pero pronto fue recogida por Elrond y llevada a un sitio de la mansión Kio el cual ella nunca había visitado, el subterráneo.
Al llegar ahí, un agujero de una enorme profundidad se pronunciaba frente a ellos, Elrond arrojo a Iris sobre un sello de hechizos hecho de rubís incrustados en la tierra se encontraba delante de el agujero, alrededor de la puerta de el subterráneo habían unos sacerdotes los cuales sostenían unas lanzas de oro las cuales agitaban provocando un ligero sonido con ellas.
- Mátala – dijo Elrond riendo perversamente.
- No… no puedo – respondió Jun arrodillándose ante su padre, el cual dejo de reír y miró con ira a su hija, la tomo de el cuello levantándola hasta la altura de sus ojos.
- Mátala – repitió, esta vez lanzo a Jun sobre el cuerpo de Iris.
- ¿Que harás Jun? – Pregunto la chica agonizante
- No Puedo matarte… - susurró Jun tristemente.
- Si Puedes, Ya lo has hecho antes, ya has destruido mi vida antes – Contesto Iris con un claro tono de resentimiento en su voz. – Jun, No te odio… pero prefiero morir atravesada con la misma espada que murieron mis padres, que por las manos de quien te obligo a hacerlo -
Al escuchar las palabras de Iris, Jun la miro fijamente a los ojos, su padre estaba mirándola y su amiga estaba agonizando bajo ella, sin poder rehusarse a los deseos de muerte de ambos, desenvaino su espada y sin desear pensar, atravesó el corazón de la chica la cual no emitió sonido alguno al incrustarse la espada en su pecho, ella sonrió dejándose morir en manos de su amiga.
Jun cayó sin poder reaccionar, la sangre de Iris manchaba todo el sello cubriendo rápidamente el rubí y aquello traumatizaba más a la joven. Al cabo de un rato, los sacerdotes caminaron hacia el cuerpo de Iris, la tomaron sin delicadeza lanzándola al eterno agujero.
- Que hace… - intento decir la chica al ver como lanzaban el cuerpo de Iris al vacio.
- Era una Hio, Jun, ¿no entiendes? Tu mataste a su familia, los destrozaste, estoy seguro de que ella, al ser una infiel, solo deseaba vengarse de ti, asesinarte, eso es lo que ella deseaba – dijo Elrond atormentando aún mas a la chica. “acaso Iris es…” pensó, luego de recordar el incidente de el bosque, “…la niña que lloraba”.
- ¡Cállate maldito! – exclamó la joven perdiendo el control – ¡acabo de matar a la única persona que se preocupo de mi, la única persona que ha estado ahí conmigo siempre! Y todo por ti – continuo levantándose del suelo para mirar fijamente a su padre.
- Tú eres la que ha matado a la chica al fin y al cabo ¿no es así Jun? Tu fuiste quien asesino a esa chica, de todas maneras así es como debía ser – las palabras de Elrond impactaron mas a Jun, pero no tuvo tiempo para reflexionar cuando vio una mariposa blanca salir de el agujero, la chica se quedo mirando la mariposa como si fuese algo que nunca había visto, la mariposa salió volando de el subterráneo y Jun no pudo evitar seguirla, corrió y corrió tras la mariposa que se alejaba rápidamente, pero pronto se encontró con Megitzu.
- Lo siento Hija… - respondió entre sollozos la Mujer, esta saco de su traje un pequeño muñeco de madera, recitó un conjuro, pronto finos lazos rojos envolvieron la pequeña mariposa blanca, esta fue atraída hasta chocar con el muñeco y en ese instante desapareció.
- ¡Que has hecho! – exclamó Jun descubriendo instintivamente que aquella mariposa era el alma de Iris; el muñeco desapareció de las manos de Megitzu.
- Tu amiga esta en el mundo material, es todo lo que puedo hacer… - dijo la mujer antes de desaparecer del lugar.

Su sangre estaba por todas partes, el cuerpo de Jun estaba bañado en ella, envuelta en tristeza reflejada con ira caminó sin detenerse hasta el inmenso castillo blanco que se ostentaba al norte de la ciudad, el plano astral era un mundo totalmente diferente al humano, donde estaba la mansión Kio, al llegar a el castillo, sin permiso de nadie entro golpeando a los guardias hasta dejarlos en el suelo, pronto los guardias dieron paso a la chica sin oponer resistencia. Cuando al fin llego a la recamara principal, Len y Suifeed estaban ahí, este ultimo estaba sentado en el un trono mientras que Len permanecía de pie Junto a él, ambos estaban conversando antes de que Jun abriese la puerta estrepitosamente.
La sangre que bañaba a Jun alerto a Len, este dio unos pasos al frente esperando a su hermana, mientras que Suifeed se levantaba de su asiento asombrado.
- ¿Que ocurre Jun? – pregunto Len preocupado, pero no obtuvo respuesta de la chica, esta solo camino hasta llegar a el – ¿de quien es esa sangre Jun? – pregunto nuevamente Len.
- ¿Estas bien Jun? – pregunto Suifeed preguntó el también al no obtener respuesta de la joven.
Cuando al fin llego con su hermano se dejo caer sobre el, estaba en blanco, abrazo a su hermano fuertemente diciendo:
- Le mate, hermano…yo la mate… -
- ¿A quien mataste Jun? – pregunto el chico sabiendo cual seria la respuesta.
- A Iris… le he atravesado el corazón, Megitzu la ha encerrado en un muñeco y abandonado en el mundo material… - no hubo respuesta de los dos chicos que acompañaban a Jun.
- Deberías irte hermano… no quiero matarte a ti también – finalizó la chica acurrucándose a un mas a un lado de su hermano.
- No te preocupes Jun… pase lo que pase yo siempre estaré contigo, por ello nunca me alejare, aunque eso signifique la muerte – sentenció Len mirando a Suifeed que contemplaba la escena con ira.
- Elrond ha perdido los estribos, lamento hacer esto, pero el no puede seguir actuando como un Dios teniendo reacciones como esta – resopló Suifeed tocando el hombro de ambos jóvenes.
- No hagas nada, es uno de los Dioses sobrevivientes…mientras sea fiel no importa lo que haga ¿verdad? – rebatió Jun.
- Pero Jun… - refutó Suifeed sin terminar la frase, nada haría cambiar de opinión a la obstinada Diosa de la muerte. Ambos dioses sabían que nunca mas verían a Jun sonreír como lo solía hacer, la alegría de la chica se había ido con la mariposa blanca de aquel día.
- De todas maneras…Fui Yo quien dejó que Muriera… -

 

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Escrito por Emilia (Desconectado Offline), el 18 de agosto de 2008
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Los días pasaron sin respuesta para Jun, todo se había marchado Junto a su querida amiga... nada, ninguna cosa podía hacerla sentir felicidad, solo se dedico a lo que su padre le ordenaba, quizás lo único que la llevaba a continuar ... Leer mas


 
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Comentarios
El pasaje es quizá demasiado largo. Se leería muchisimo mejor en dos o tres pasajes más cortos, este fragmento de la historia.
Escrito: 1 mes atrás
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