Ciudad sin sol
Escrito por Javier valladolid ( Offline), el 25 de agosto de 2008
¿Cuánto hacia ya? Su mirada perdida de juventud, viendo salir al submarino de su padre, desde una ventana de una torre, se perdía en el sentir del tiempo. Ya sabía que las cosas buenas y malas de la vida nos ayudaban a ser quienes éramos y formarnos como personas. Aún así, la propia vida le hacía sentir esa incertidumbre e insatisfacción satisfactoria para luchar porque los primeros pasaran mucho más. Su padre Dalí le dijo que uno no es mejor ni peor en cada momento de su vida y que cada momento tiene sus cosas; tanto buenas como malas. Eso ayudaba a ver el sentido de cada instante de existencia como un ser vivo físico, un ser humano y, ante todo, una persona, aunque no desvaneciera la noción de prosperar o echarse a perder, según la noción de sí misma y su opinión de su persona. Hace ya muchos años, el que fuera el amigo secreto del capitán Nemo, único vinculo con la humanidad que odiaba y habitaba en la tierra, recuperó el Nautilus de las aguas. No supo de su amigo, pero sí encontró un sueño a realizar. Él, Eneas Fog, con la ayuda de su rico tío Vern, en colaboración con ingenieros y constructores de alguna parte del planeta tierra, pues para él no conformaba un mundo, crearía una ciudad submarina. Tras el regreso de Wells, con tecnologías novedosas y relatos de edades por venir, los ingenieros le acompañaron y, con incalculables recursos, realizaron la obra de ingeniería más ardua y extraordinaria que hubiera podido verse en la arquitectura de las construcciones artificiales. En el fondo del lecho marino, a cinco kilómetros de la superficie, construyeron su ciudad independiente; una nueva Atlántida o lo que nunca fue, más allá de mitos de literatos encantados con sus ensoñaciones del mundo. La tecnología, muy superior a su época, lograba una situación de estudio animal en las tinieblas del océano en subsistencia con ocultación al resto de la humanidad. Unos cuantos miles conocieron el secreto y la vida quedaba en penumbra externa para ellos; iluminados en la ciudad sin sol. Ahora Dalí iba y venía a por suministros a la costa y, más que nada, a ver a su familia. Quienes naufragaron en una isla desierta que no tardó en irse llenando de gente poco a poco. -Némesis, deberías venirte. -Le decía su padre con inquietud por el desinterés de la joven en las profundidades del mar. Ella veía lo profundo del mar como un elefante ve a un ratón; algo a lo que temer fobicamente o un enemigo a evitar. Prefería mirar los cristales de las cavernas que se adentraban en la tierra, camino a su centro, sin llegar en el inmenso viaje. Su madre, Sea, acabó por ser piloto de las naves e iba a iniciar su primera misión meses después, coincidiendo con la marcha del padre a las profundidades y el recorrido en globo de su hija, la joven adulta, para darle la vuelta al mundo, en busca de algún tesoro perdido en alguna isla. Sea siguió la costumbre de su familia de mirar la ventana, en dirección a la costa; con la que tenía un trato de salvaguardar el secreto de ese mundo interior marítimo. Aquellos tiempos de su tatarabuela; en los que los precipicios junto al mar iban acompañados de baquecitos de vela y ventanones de madera con cortinas. Ya se perdía en la lejanía de los recuerdos de tener la vista mal de su tatarabuela, mirando las persianas y el mar infinito en su incalculable cercanía y lejanía junto a los pórticos así como torres de la catedral de Rouen, en sus últimos días. Finalmente, ante la ausencia de sus padres durante mucho tiempo, Némesis se quedó sentada en estado contemplativo de su desesperación. El mar estaba vacío y la oscuridad rodeaba a su cuerpecillo frágil en su desesperación destructiva por la vulnerabilidad de su psique. Demasiado tiempo sola, en esa senda con un estrecho camino cerca de una piedra sedimentaria dura y un árbol de ramas alargadas. Se sentó a mirar el cielo con sus nubes grisáceas y sus tintes enmarronados. Así se quedó pensando, en su mar azul marino con cierto tinte grisáceo y llenada de melancolía; perdida en sus pensamientos, lanzando un quejido.
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Escrito por Javier valladolid ( Offline), el 25 de agosto de 2008
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Por otra parte, en la lejanía del mundo, una nave partía rumbo a nuevos mundos en misión exploratoria. En ella iba Sea, preparada para afrontar, una aventura. El piloto puso en marcha la maquina parecida a un submarino con toscas ... Leer mas
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