Anhelos
Escrito por Javier valladolid ( Offline), el 25 de agosto de 2008
-Hola, soy Sea. ¿Pero cómo ha podido llegar hasta aquí? ¿Y antes que yo? Si iba en un submarino hasta el fondo del mar. Me parece bien empezar a conocernos tomando algo. ¿Quien es aquel individuo del fondo? Preguntó Sea. -Hay muchas formas de llegar aquí; tanto hacia el interior del mar como hacia el exterior de la tierra. Es más rápido el camino hacia el interior pero más difícil de encontrar en la inmensidad del océano. Ese joven de figura completamente inmune a la luz es Lux. No es alguien con ganas de hablar contigo por ahora. ¡Vamos a tomar algo de una vez a la mesa al sol! Dijo Sussex con alegría. En el suelo, había varios objetos tirados y desgastados por el paso del tiempo; un jarrón roto incluido. La mesa de cuatro patas y redonda, estaba apoyada sobre una fila de adoquines que se aproximaban a una ciudad y una caverna. La mesa tenía tres copas anaranjadas de restaurantes veraniegos con sus cucharas para mover el azúcar, pero sin café ni azúcar ni liquido o sólido alguno. Había también varios círculos concéntricos tallados en la mesa multicolor y un penique o anillo grisáceo. Sea cogió el penique y lo miró. -Acabas de cometer el mayor delito, en este planeta, al mirar ese penique. Ya no podrás marcharte. Explicó Sussex. Entonces, Lux tocó a Sea. Una luz cegadora apareció ante ella y luego la oscuridad. Se sentía como si hubiera bajado unas escaleras de una casa tétrica y, imaginando que se adentraba en la oscuridad de los infiernos del submundo, oyera un ruido aterrador a su espalda que le hubiera asustado, siendo solamente un reloj de pared caído y roto. No le parecía que se mereciera algo así y, sin embargo, estaba encerrada. -Hola Cariño. Ahora desearía contemplar esa nebulosa con aspecto de átomo o electrón de la que me hablabas. Dijo Dalí. Se abrazaron, alegrándose de verse y estuvieron hablando. Se sentían atrapados en esa caverna. Por un lado miraban la oscuridad del interior. Por otro la obertura alta, que les dejaba ver el cielo pero no salir. Veían un punto de luz que no cejaba en molestarles y las nubes enmarronadas también. El cielo seguía siendo neblinoso y, en lo alto, había una estrella muy familiar para ellos. Era otra galaxia y otro tiempo, en las fuerzas cósmicas que hacían del tiempo otras vidas, pero ese sistema solar había sido su hogar. Un lugar de referencia que añoraban. Un lugar que les hizo emitir un quejido silencioso; un quejido equidistante al de su hija Némesis. Pese a ello, se alegraron de haber visto lo que habían visto y de tener ese punto de partida que les hizo recorrer un largo camino sin retorno, pero sin necesidad de él. Némesis, en ese momento, contemplaba, sentada frente a un precipicio junto al mar, la oscuridad del cielo. Entonces, llegó su amiga Sky y le enseñó donde estaba la luz; en el fondo del horizonte. Eso calló el quejido y le dio una nueva esperanza. Llegó su amigo Heimi y le contó sus deseos de estar bien junto a sus padres. Recorriendo el mar, la tierra, los cielos y el espacio; incluyendo la luna Titán con su actividad eléctrica, comprendió que cada universo es todos los universos y que hay una historia en mil; y mil historias en una.
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