“¿Dónde estás?. ¿Qué quieres?.
- A ti, Mary. Sólo quiero que vuelvas, que me busques y me encuentres. ¿Aún no sabes quién soy?.
No.
- Yo soy tu otro yo.
¿Mi conciencia?.
- Ah, no. Esa sólo es tu parte mas estúpida, la parte que disfruta con su propio sufrimiento porque tú eres tu conciencia, tu conciencia eres tú… .
No lo entiendo. Me he perdido… .”

Ahí acaba el sueño. Siempre ahí. El despertador suena como cada mañana, y aunque ahora los gritos de mi madre no me acosan como lo hacían antes, no queda mas remedio que levantarse.
Un nuevo día: eso es lo que le espera al ser humano cada vez que se despega del dulce sopor del sueño y abandona el cálido lecho de mantas. Pero el día siempre empieza y acaba, y no hay una sola diferencia de entre todas mañanas y todas sus noches. Sol y luna, y nada más.
A veces me gustaría pensar en que la vida no solo es el día y la noche, a veces me gustaría pensar que cada mañana me levanto porque hay algo que espera, un deber que cumplir. Pero eso sólo pasa en las películas y en los mangas, y como esta atmósfera en la que vivo no es si no la cruda realidad, no hay nada que cumplir, simplemente un papel que jugar… .

- No, Mary, no. ¿Es que no sabes hacer logaritmos?. Parece mentira, dentro de dos semanas es el examen… . – la profesora de mate suspira y se da la vuelta mientras se quita las gafas, limpiándolas en su chaqueta.
- No, Mary, no. No tienes ni idea de lo que hemos estado haciendo esta última semana. ¿De verdad no te acuerdas que para hoy tenías que traer una fotografía de un paisaje?. – la profesora de plástica siempre ha gritado menos que la de matemáticas.
- ¡Todos estamos cansados, Mary!. ¡Deja de fumar porros y a correr, que tienes que ponerte en forma!. ¡Mary!. ¿Es que no me has oído?. ¡Corre, aún te quedan los diez minutos extras por pararte antes!. – al profesor de educación física no le aguanto.
- No. Mal. – el profesor de tecnología tacha toda la hoja, esa que llevo haciendo durante toda la semana pasada, y me la devuelve. – Mal.
- ¡Por todos los santos.!. ¡Eso que acabas de decir es una barbaridad!. – la profesora de historia corre hacia mi sitio y da golpes en mi mesa. – Para mañana quiero todo el tema copiado en tu cuaderno.
- ¡Bien!. Yasmín, agáchate un poco más. Así, bien. Mary, ahora es cuando gritas. – la profesora de drama, como siempre, es la mejor.

- ¿Menudo día, no?. - Morderek pasa un brazo por mi cintura y sonríe.
- Menudo día. – susurro con la cabeza gacha.
Él nota de inmediato mi bajo estado de humor, por lo que me estrecha aún mas contra él.
- Nada es perfecto. – susurra. – Hoy has tenido un mal día, y ya está. A todos nos pasa.
- Lo sé, lo sé.
Me doy la vuelta para que no vea las lágrimas resbalar por mi mejilla, y busco la cerradura en la oscuridad de la noche.
- ¿Qué vas a decirle a tu padre por llegar tarde a casa?. – inquiere de pronto.
- No lo sé. Que fui a la biblioteca a estudiar, supongo. – susurro sin darme la vuelta.
- Ah. Pues puedes ir a la biblioteca siempre que quieras, ya lo sabes. Heaven está encantada.
Asiento con la cabeza y las llaves caen al suelo. Vaya. Siempre he sido una chavala mas bien patosa, lo sé. Morderek coge las recoge antes de que me tiempo a agacharme y abre la puerta del portal. Sí, me ha acompañado hasta mi casa, me ha abierto la puerta y me sonríe como si fuese un niño a punto de realizar una travesura, pero no soy capaz de corresponderle. No hoy.
- Buenas noches. – susurro mientras entro en el portal.
Morderek se queda fuera, no le veo pero puedo imaginar su cara distorsionada por una mueca de desilusión. Noto cómo la puerta cae pesadamente sobre su marco, pero antes de que llegue a cerrarse, alguien se abalanza contra ella.
- ¿Ni un beso de despedida?. – oigo decir a Morderek.
Inmediatamente alguien me coge por la cintura con tanta fuerza que me es imposible evitarlo. Me da la vuelta y vuelve a mirarme. Pero ya no sonríe. Esa perfecta sonrisa esbozada para mí ahora no es mas que una línea roja y entreabierta. Me estrecha aún mas contra él y me besa, primero despacio y luego intentando forzar en mí alguna respuesta. No, Morderek. Hoy no. Me aparto de él, poniendo una mano en su pecho, y me doy la vuelta.
“Demonios oscuros del alma.
Un amor inevitable intentando difícilmente luchar.”
No. Basta. Los violines y la voz de la triste mujer se apartan de mi cabeza violentamente.

Cierro la puerta bruscamente sobre Morderek, sin importarme si le golpeo o no con ella, y subo las escaleras corriendo, tropezándome con algún peldaño y levantándome de nuevo. Ése es el secreto, ¿no?. Levantarse por cada vez que caes.
Abro la puerta de casa casi a la carrera, huyendo de algo invisible, inexistente, y corro hacia mi habitación. Paso de largo por la cocina, paso de largo por el salón, el cuarto de baño, la habitación de mis padres… . ¿La habitación de mis padres?.
“- Pero tu padre… tu padre… .”- recuerdo las últimas palabras que me dedicó mi madre antes de irse a Tenerife.
¿Qué pasa con papá, mamá?. ¿Es que te hacía infeliz?. ¿Es que te hacía daño?. ¿No te quería?. ¿Te… te engañaba?. ¿Acaso te fuiste porque te engañaba?. Mamá, me gustaría que me contestases a estas preguntas, porque la evidencia de tu marcha se hace cada vez mas clara. Papá te engañaba, ¿verdad?. Papá te engañaba, y lo sigue haciendo, con la vecina del segundo.
Me voy de aquí, no quiero seguir oyendo los gemidos de esa cría que podría ser tu hija, papá. Me voy de aquí, por lo menos, esta noche no quiero oler el perfume de esta golfa con la que has herido a mi madre, papá. Me voy de aquí, no me merece seguir viviendo en una casa en la que sobro por todos los lados. No me oyes. No me escuchas. Por eso, me voy.
Corro, de nuevo, hacia la entrada. Pero la casa está completamente oscura, y me choco con la mesa del salón. Caigo al suelo, yo y todas las figuras que había sobre ésta.
Cómo no, es estruendo es enorme. Intento ponerme en pie de nuevo, y la luz se enciende.
- ¡Mary!. ¿Qué… qué…?. ¡Has venido muy pronto!. – exclama mientras se asoma por la puerta del pasillo.
-¡No!. – grito. -¡No, no vengas!. ¡Eres un mentiroso, papá.!. ¡Un mentiroso y un cabrón!. ¿Cómo has podido hacerle algo así a mamá?.
El llanto se confunde con el fuego que siento arder aquí dentro, en el pecho. Tanteo el suelo para buscar el equilibrio necesario para ponerme en pie y cojo algo que se ha caído de la mesa. Está afilado. Inclino el objeto sobre la luz y descubro que es un porta fotos. Fuerzo la vista y observo la imagen que está inmortalizada en él. Yo, mamá y papá, hace algunos años, en la feria del pueblo. Todas las sonrisas de la foto han sido sustituidas a lo largo de los años por el dolor.
Estrello el porta fotos contra el suelo, poniendo una mano en el cristal y haciéndome sangre, aunque sin importarme. Miro al frente de nuevo y descubro a, en efecto, la vecina del segundo medio desnuda tapándose con una sábana de color verde menta. La chica me mira incómoda, frunciendo el entrecejo, y pone una mano en el hombro de mi padre. Si, tú mejora las cosas.
- No, no te vayas. – susurro. – Quédate, por lo menos no molestas. Aquí la única que sobre soy yo.
Me levanto del suelo y me dirijo hacia la puerta de nuevo. Noto la pierna pesada y entumecida, debe de ser por el golpe, pero no me detengo.
-¡Mary!. – oigo gritar a mi padre.
- ¡No!. ¡Terminar lo vuestro!. Ya… ya veré lo que hago. Me voy a casa de una amiga, ya sabes.
Salgo escopetada y bajo las escaleras lo mas rápido que puedo, resbalándome a menudo y con un dolor impresionante en el cuerpo y en el alma.
Lo siento, mamá. Debí escucharte. Aquí no soy yo la única que sufre, la única que siente dolor e incomprensión. Perdóname. No soy la única persona que sufre, el mundo está lleno de dolor. Sabes, sé, que no soy perfecta, que de hecho soy la cosa menos perfecta con la que puedas llegar a chocar algún día.
- ¡Morderek!. ¡Morderek!. - Mi grito se pierde en la calle. Pero no puede haber ido muy lejos. - ¡Morderek!.
Corro hacia su casa, el único verdadero hogar que he conocido, y me detengo un momento. Necesito respirar, no entiendo porqué soy tan débil… .
Algo me sorprende por la espalda. Me pongo en guardia lo más rápido que puedo, y choco con unos ojos azules.
-Morderek… - susurro.
Le abrazo con todas mis fuerzas, para no dejarle escapar.
- Sabía que volverías, Mary. No podías dejarme de esa manera tan fea.
- Morderek… perdóname.
- Has tenido un mal día, Mary. No te preocupes. Nada es perfecto.
Nada es perfecto. Hoy le entiendo, sé que tiene razón.
- Quiero… quiero ir a casa. – susurro de nuevo.
Morderek sonríe y me besa.
- Pues vamos a casa. – murmura. – Vamos a casa.